Yoongi tiró su cinturón de herramientas en la parte trasera de su camioneta mientras se estiraba y movía los hombros, oyendo el crujido de sus vértebras cuando balanceaba los brazos hacia afuera. Su largo y caluroso día finalmente acabó y era hora de juntarse con la cuadrilla en el bar local y disfrutar de algo frío. Sólo el pensamiento de estar lejos del trabajo dos días colocó una sonrisa en su rostro. Amaba lo que hacía, pero era un placer cuando la semana acababa.
Como cualquier trabajo duro, Yoongi siempre esperaba los
viernes.
El fin de semana valía el trabajo que había hecho durante la
semana.
La vida le iba bien, y Yoongi sonrió para sí mismo, mientras
miraba la obra antes de salir para el fin de semana.
Subiéndose a la camioneta y arrancando, salió del lugar del
trabajo hacia el tráfico. Era una tarde de viernes y las calles ya estaban
llenas. El tráfico se movía a un ritmo moderado, pero no le importaba.
Era viernes, después de todo.
No tenía prisa por lo que se relajó en el asiento, giró la
rueda del aire acondicionado a tope, puso música rock y entró en modo fin de
semana, siguiendo la música en el volante mientras conducía. Umm... Tal vez
quedaría con Jimin y follarían hasta perder la cabeza si se encontraba de buen
humor. Eso siempre hacía sus fines de semana mejores.
Sonrió ante la tentadora idea y sin sentido. Sí, amaba los
viernes.
Dirigiéndose al estacionamiento del bar donde el equipo de
obreros estaba ya allí, apagó el motor. El sitio estaba lleno de camionetas y
motos y Yoongi había cogido el último lugar disponible. Metiendo las llaves en
el bolsillo de delante de sus vaqueros, caminó entre el caos convulso de voces
altas.
—Hombre, Yoongi, ¿lo hiciste? —Namjoon lo arrastró mientras
pasaba un brazo sobre su hombro casi derrumbándolo como un rayo. Mierda,
¿Cuánto tiempo llevaba el capataz en el bar? Por su aliento, parecía que había
estado todo el día. Se encogió de hombros y apartó el brazo del borracho
mientras iba hacia el bar. Ni siquiera Namjoon estropearía su buen humor. El
hombre era un idiota la mayor parte del tiempo, y aunque fuera un borracho
amigable, Yoongi no iba a lidiar con él después de horas de trabajo. Los chicos
se habían reunido y habían puesto un imán en el parachoques trasero de su
camioneta en el que se podía leer “Imbécil Total” y Namjoon no lo había visto
en una semana. Les parecía que era absolutamente hilarante, hasta que lo
encontró. Había sido una semana brutal.
Namjoon no tenía sentido de humor. Era aún más divertido que
cuando Mickey Lawarchek metió un sandwich a medio comer en su bolsa de trabajo.
Hanck no estaba muy feliz con eso. Tenía que dejar de ser un tenso idiota y
todo iría bien.
—Hey, Yoongi, ¿Qué quieres? —Los ojos de Suran brillaban
cuando le sonrió.
—Una Budweiesr helada—, dijo mientras miraba el bar. Estaba
realmente intentando evitarla porque cada vez que entraba, Suran se le
abalanzaba. Era una pena que no se moviera en esa dirección. Era una mujer de
buena apariencia pero le faltaba las partes vitales que hacían que su sangre se
volviera caliente.
—Aquí está. Entonces, ¿ya has pensado en que salgamos?
—Empujó sus pechos sobre la barra, lamiendo su labio inferior mientras esperaba
que respondiera.
Iba a ser la misma respuesta que le daba cada vez que le
preguntaba.
—Me pondré en contacto contigo sobre eso. —Chupó el borde de
la botella, disfrutando del aguijón de la bebida fría. Era mediado de agosto y
hacía un día muy caluroso. La cerveza helada se sentía bien, enfriando su
garganta seca y árida. Yoongi había estado esperando no sólo el fin de semana
sino el tomar una cerveza fría después del trabajo.
—Lo dices todos los viernes. Juro que sólo estás siendo educado.
¿Qué está mal? ¿No te gustan las chicas? —Suran le dijo educadamente,
provocándolo, pero Yoongi oyó la rabia y el resentimiento en el tono de sus
palabras.
—Bueno, me gustas. Como amiga.
Mirando alrededor vio a sus amigos y fue hasta la mesa donde
estaban los distintos hombres del equipo. Alejándose del bar, sonrió cuando
llegó a sus amigos.
—Hey, Yoongibo. Veo que te dejaron escapar. —Jin rio,
levantando la botella y chocándola con la de Yoongi.
—Sí, ¿Y qué? —La giró alrededor y por encima de ella. Sorbió
el cuello de la botella mientras miraba a los carpinteros jugar. Ésta era su
vida y no la quería de otra manera. Trabajaba con un gran grupo de hombres y
los fines de semana estaban llenos de muy buen sexo. ¿Qué más podría pedir? Jimin
era sólo el tipo de amigo que sabía lo que esperar. Tenían sexo, sin
compromisos. Su amante sabía que Yoongi estaba en el armario, y no intentaba
que saliera.
Funcionaba bien para Yoongi.
Cuando miró alrededor de la sala, suspiró, satisfecho con
todos los aspectos de su vida. Ver un edificio acabado y saber que había
colaborado en ello, era la sensación más gratificante del mundo. Adoraba
trabajar con herramientas eléctricas y hombres. Le gustaba el olor de serrín y
el bronceado que se adquiría al trabajar al aire libre. Nunca admitiría a estos
tipos que era socio de un salón de bronceado para igualar el resto de su
cuerpo.
Ellos eran un grupo difícil, y probablemente se reirían de
él por broncearse.
—No mucho. Kevin cree que habrá acabado con las barras de
refuerzo el lunes. Tal vez lo consigamos. Foreman nos está agobiando con los
plazos. —Jin sonrió y en seguida alzó su botella. —Esa es nuestra esperanza.
Todos rieron mientras chocaban las bebidas.
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