—!Min!
Min Yoongi despertó de golpe, sentándose con la espalda
recta tan rápido en su silla que su bloc de notas se deslizó de la mesa y cayó
al suelo. Parpadeó durante unos instantes, confundido acerca de que lo había
sacudido de su sueño.
—¡Min!
—¡Sí,
señor! —Oh sí, él estaba en clase, en la clase de Filosofía del profesor
Brewer, por cierto. El hombre era atemorizante, no sólo porque hablaba en un constante
tono monótono que hacía a Yoongi querer pincharse sus globos oculares con un
lápiz, sino que también porque el profesor reprobaba a cualquiera en un
segundo. La única razón por la que Yoongi estaba tomando la clase era porque
necesitaba un crédito en Filosofía para obtener su título.
—El
decano de los estudiantes quiere verte en su oficina.
—Sí,
señor. —Yoongi se agachó y cogió su libreta del suelo y la puso sobre su
escritorio. Podía oír a algunas pequeñas risitas disimuladas en torno a él,
pero prefirió ignorarlas. En primer lugar, estaba acostumbrado a la gente
riéndose de él, y segundo, él ya estaba bajo la mirada torva del Profesor
Brewer. No necesitaba añadir nada a eso.
—Ahora, Min.
Las cejas de Yoongi se alzaron.
—¿Ahora, señor?
—Ahora, Min.
—Sí,
señor. —Yoongi rápidamente recogió sus cosas y las metió en su mochila. Podía
oír la risa a su alrededor incrementarse cuando el profesor Brewe suspiró
profundamente. Dios, así que él no iba a pasar esta clase. Tenía pesadillas
acerca de tomar la clase del profesor una y otra vez hasta que su pelo se
volviera gris.
Yoongi cogió su mochila y la balanceó por encima de su
hombro y subió corriendo los escalones del aula hacia la puerta. Oyó al
profesor regresar a su monótono discurso que podía hacer a los muertos caer
dormidos, cuando la puerta se cerró tras él. Yoongi no tenía idea de por qué el
decano quería verlo. Trataba de permanecer fuera del radar tanto como era
posible.
Yoongi estaba respirando pesadamente para cuando llegó al
otro lado del campus universitario donde se encontraba la oficina del decano.
Aunque sabía que había sólo unos pocos pasos hasta el frente del edificio,
ellos se sentían como un centenar. Trabajar en dos puestos de trabajo y asistir
a la universidad a tiempo completo estaba empezando a hacer mella en él. Estaba
exhausto. Sus pies se sentían como si estuvieran cargados con cemento mientras
subía las escaleras.
Entró en el edificio, luego caminó por el pasillo hasta la
oficina del decano. Tomando una respiración profunda para calmar sus nervios, Yoongi
abrió la puerta y entró. Le sonrió a la recepcionista y se detuvo frente a su
escritorio.
—Hola, soy Min Yoongi. Me dijeron que
me reportara en la oficina del decano.
—Por
favor tome asiento, señor Min —dijo la recepcionista mientras cogía el
teléfono—. Voy a informar al decano que usted está aquí.
—Gracias.
Yoongi escuchó a la recepcionista hablar por teléfono
mientras se giraba y se acercaba a una de las dos sillas situadas a lo largo de
la pared junto a la puerta. Antes de que pudiera sentarse, la puerta del decano
se abrió y un hombre en un traje azul muy caro salió, sus ojos buscaron en la
oficina exterior hasta que se posaron en Yoongi.
—Señor Min
—dijo el hombre mientras le tendía la mano a Yoongi—. Soy el Decano Phillips.
Yoongi se irguió y afirmó sus piernas en el lugar. Sus
rodillas se sentían como que fueran a ceder.
—Hola, Decano Philips.
—Por
favor, venga a mi oficina donde podemos hablar.
La agitación llenó a Yoongi mientras seguía al decano a su
despacho. Por lo que podía recordar, estaba pasando todas sus clases. Ni
siquiera tenía ausencias. ¿Por qué el decano quería verlo? No estaba muy seguro
de querer saber la respuesta, aun así estaba demasiado ansioso por averiguarlo.
—Por
favor —el decano hizo un gesto con la mano hacia una silla frente a su
escritorio—, tome asiento.
Yoongi sintió un nudo en la garganta mientras se sentaba. Se
secó las manos sudorosas en la parte delantera de sus pantalones mientras su
corazón latía fuera de control.
—¿Estoy en algún tipo de problema?
—Oh
Dios, no. Sólo quería comprobar y ver cómo lo está haciendo.
—¿Haciendo?
—Yoongi estaba tan confundido. Ni siquiera sabía que el decano sabía quién era.
Nunca había conocido al hombre. ¿Por qué diablos el hombre quería saber ahora
cómo lo estaba haciendo?—. Lo estoy haciendo bien, supongo.
—¿Tiene
algún problema en alguna de sus clases?
—No que
yo sepa. —Yoongi frunció el ceño—. ¿Por qué? ¿Hay algo que debo tener en
cuenta? ¿He perdido una tarea?
—No que
yo sepa. —El decano sonrió ampliamente—. He oído sólo cosas buenas de sus
profesores.
¡Mierda!
¿El decano estaba hablando con sus profesores? Yoongi aferró las correas de su
mochila firmemente en sus manos.
—No entiendo. Si lo estoy haciendo bien y no estoy en
problemas, ¿por qué me ha llamado aquí?
—Estoy
seguro de que puedo explicarlo si quiere sólo… —El decano dejó de hablar cuando
algo sonó, y él se inclinó para presionar un botón en su teléfono—. ¿Sí, Gina?
—Su
próxima cita está aquí, Decano Philips.
—Bien,
bien. —El decano sonrió incluso más ampliamente, lo cual Yoongi no creía que
fuera posible. Parecía que su rostro estaba a punto de partirse en dos—. Por
favor, envíalo aquí.
Yoongi empezó a tener
una fría sensación premonitoria cuando el decano se levantó y caminó hacia la
puerta, alisando su corbata. Los dedos de Yoongi casi estrangularon las correas
de su mochila mientras se levantaba y se volvió para enfrentar a quien fuera
que iba a venir a la oficina del decano. Tenía una idea bastante buena, y si él
tenía razón, él se iba.
El corazón de Yoongi latió más rápido cuando la puerta se
abrió lentamente. Echó una mirada al hombre que entró caminando y balanceó su
mochila sobre su hombro. Se dirigió a la puerta, evitando la mirada inquisitiva
del otro hombre, y le tendió la mano al decano.
—Gracias
por reunirse conmigo, Decano Philips, pero tengo que volver a clase.
—Oh,
pero… —El decano tartamudeó, mirando hacia atrás y hacia adelante entre Yoongi
y el hombre de pie junto a su escritorio. Sus cejas se juntaron arrugándose
como si estuviera completamente desconcertado.
—Yoongi
—dijo el otro hombre severamente—, te quedarás.
—Wow. —Yoongi
se volvió hacia el hombre—. Recuerdas mi nombre. ¿Consiguieron sopladores de
nieve en el infierno?
—¡Yoongi!
—advirtió el hombre, sus cejas se arrastraron en una profunda arruga, una que Yoongi
había visto más veces de las que podía contar. Solía asustarlo a morir. Ahora,
sólo lo hizo enojar.
—Padre
—dijo Yoongi.
—Tenemos
que hablar, Yoongi.
—Creo que todo lo que tenía que
decirse entre nosotros se ha dicho. —Yoongi se dirigió hacia la puerta—. Buen
día, Padre.
—Tu
hermano está enfermo.
Yoongi se detuvo en la puerta y lentamente se volvió hacia
su padre. El hombre era conocido por mentir para conseguir lo que quería. Yoongi
no sabía si podía confiar en las palabras que salían de la boca de su padre.
—¿Cuán
enfermo? —sondeó.
—Está en
el hospital conectado a un respirador.
—¿Qué
pasa con él? —Yoongi odiaba a su padre. No odiaba a su hermano, incluso si ya
no hablaban. Jungkook no le había dicho ni una palabra desde el día que Yoongi
se había mudado de la casa de sus padres. Pero todavía era el hermano gemelo de
Yoongi.
—Él está
en coma.
—¿En
estado de coma?— susurró Yoongi—. ¿Qué dicen los médicos?
Yoongi sabía que su padre habría pagado por los mejores
médicos del país. Jungkook era su chico dorado, su heredero. Y, a diferencia de
Yoongi, Jungkook era hetero. Min Lowell puso todo en su hijo mayor, toda su
atención y los sentimientos emotivos que pudiera tener. Desde luego, no los
compartía con su hijo gay.
—Los
médicos no saben lo que está mal con él. — Lowell frunció el ceño de nuevo,
dándole a Yoongi una pista de que había algo más. Su padre daba señales.
Fruncir el ceño era una de ellas—. Es por eso que estoy aquí.
Yoongi estaba
confundido.
—¿Porque estás aquí? — preguntó, inclinando ligeramente la
cabeza—. Sé que no has venido todo este trayecto para decirme que Jungkook
estaba en el hospital. Una llamada de teléfono de tu asistente habría hecho
eso.
—Necesito
una muestra de tu sangre, Yoongi.
Yoongi pensó que sus ojos podrían haberse salido de su
cabeza mientras miraba a su padre.
—¿Mi sangre?
—Los
médicos creen que hay algo malo en la sangre de Jungkook. Como gemelo de Jungkook,
quieren una muestra de tu sangre para examinarla y así poder ver si tienes una
anomalía similar o si sólo es Jungkook.
Había algo en esa explicación que no le cayó nada bien a Yoongi,
pero maldita sea si podía comprenderlo. Sus instintos le estaban gritando que
corriera y nunca mirara hacia atrás. Pero era de Jungkook de quien estaban
hablando. Ya sea que a Yoongi le gustara o no, se quedaría a escuchar.
—¿Qué
hay de mi madre o de ti? —preguntó. Él no era el único pariente de sangre de Jungkook.
—Ya nos
han examinado. Ninguno de los dos es una buena coincidencia para Jungkook.
Eso llamó la atención de Yoongi. Su padre le había dicho que
estaban buscando una anomalía, no una coincidencia.
—¿Una coincidencia para qué?
—Si tu
sangre es igual a la de Jungkook, le pueden dar una transfusión que
esencialmente podría salvar su vida.
—¿Qué
tan enfermo está?
Lowell cruzó los brazos detrás de su espalda y le dio a Yoongi
una mirada severa.
—Pagaré por los cuatro años completos aquí en la universidad
en cualquier campo que desees estudiar si estás de acuerdo en darme una muestra
de tu sangre y dejas de hacer preguntas estúpidas.
Yoongi pensó en los dos puestos de trabajo que mantenía para
pagar su escolaridad y mantener un techo sobre su cabeza. Apenas había
suficiente para conseguir alimento en su estómago. Trabajaba largas horas en
los dos trabajos, mientras llevaba una carga completa de clases. Era la única
manera en la que podía permitirse el lujo de pagar su educación.
En el segundo que Min Lowell se enteró de que su hijo menor
era homosexual, había mandado a Yoongi a la mierda. Se negó a pagar por la
educación de Yoongi o incluso ayudarlo con un apartamento. Sólo le dio a Yoongi
dos horas para recoger sus cosas y salir de la propiedad de la familia.
Yoongi apenas tenía tres mil dólares en su cuenta bancaria
cuando salió de su casa, un regalo de una tía cuando falleció, el coche que le
habían dado para su vigésimo primer cumpleaños, y algunas cajas de objetos
personales. Todo lo que había ganado en los últimos tres años los había ganado
por su cuenta.
—No
quiero tu dinero.
—¿Qué
quieres?
—Quiero
que me dejes de una puta vez en paz.
—Hecho.
—Dijiste
eso demasiado rápido —dijo Yoongi—. ¿Por qué no puedo creerte?
—Estoy
diciendo la verdad, Yoongi, y voy a firmar cualquier cosa que quieras para ese
efecto si estás de acuerdo en darme la muestra de sangre que quiero, y donar la
sangre necesaria si eres una buena coincidencia.
Los ojos de Yoongi se estrecharon. Su padre estaba aceptando
su demanda demasiado fácil. Tenía que haber una trampa, pero maldita sea si
podía encontrarla.
—Bien, ten algo preparado, y te daré una muestra de sangre.
Lowell metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó su
teléfono celular.
—Stewart, por favor ven a la oficina del decano, y trae al
señor Jimin contigo.
La mandíbula de Yoongi cayó cuando su padre cerró de golpe
su teléfono y lo dejó caer de nuevo en el bolsillo.
— Sabías que iba a estar de acuerdo. Ya tenías todo
preparado.
—Por
supuesto.
Yoongi odiaba la mirada de suficiencia en el rostro de su
padre. Lo que daría por ser capaz de arrancarla de su cara…
—¿Qué habrías hecho
si hubiese exigido el dinero?
—Pagarte.
Lo imaginaba.
Antes de que Yoongi pudiera contestar, no es que supiera
exactamente lo que habría dicho tan confundido como estaba, la puerta detrás de
él se abrió y dos hombres entraron. Al primero Yoongi lo reconoció como
Stewart, el asistente de su padre. Stewart nunca estaba lejos del lado de su
padre. Yoongi estaba bastante seguro de que ellos pasaban más tiempo juntos del
que su padre pasaba con su madre.
Al otro hombre Yoongi no lo reconoció. Lo habría recordado
si se hubiese encontrado con el hombre antes. Además del hecho de que estaba
construido como una casa de ladrillo, había un brillo en sus oscuros ojos que
hizo temblar a Yoongi como si una corriente de aire frío súbitamente hubiese
estallado a través de la habitación. Yoongi no podía estar seguro, pero algo le
dijo que tuviera mucho cuidado con este hombre.
—¿Tienes
los papeles, Stewart? —preguntó Lowell.
—Por
supuesto, señor. —Stewart puso su maletín en el escritorio del decano y lo
abrió. Sacó un archivo y se lo entregó a Lowell—. Esto es todo lo que necesita,
señor.
—Muy
bien —dijo Lowell mientras abría el archivo y leía lo que fuera que había
dentro. Después de un momento, cerró el archivo y se lo entregó a Yoongi—.
Encontrarás que todo está en orden, como dije que lo estaría.
Yoongi tomó el archivo de su padre y lo abrió. De alguna
manera, no se sorprendió cuando encontró un contrato legalmente vinculante
dentro. Lo leyó por encima rápidamente. No era tan versado en leyes, pero el
contrato parecía bastante simple. Incluso podía ver el garabato de la firma de
su padre en la parte inferior de la página. El hombre debería haber sido un
médico en lugar de un banquero de inversión. Su firma era horrible.
El contrato era bueno y breve, simplemente una sola página.
Si Yoongi accedía a suministrar a su padre un análisis de sangre y donar la
sangre necesaria a la persona apropiada, si él demostraba ser compatible, su
padre prometía nunca contactarse con él otra vez. Por mucho que Yoongi trató de
ver la trampa escondida en el contrato, no pudo encontrar ninguna.
Cuando cerró el archivo, su padre le tendió una pluma.
—Si firmas el contrato, podemos seguir adelante con esto. El
señor Jimin está aquí para extraer la sangre, y ver si eres una posible
coincidencia.
Yoongi frunció el ceño y miró a su alrededor.
—¿No debería ir al hospital para que me saquen sangre o algo
así?
—Por
favor, perdone mi intromisión, señor Min —dijo el señor Jimin mientras daba un
paso adelante—, pero yo soy un flebotomista capacitado. Puedo tomar su sangre y
hacer el análisis aquí mismo. Y solo necesito una gota de su sangre para
realizar mi análisis.
Yoongi parpadeó sorprendido, en primer lugar, por la suave
forma de hablar del gran hombre y, en segundo lugar, porque había pensado que
el hombre estaba hablando con su padre cuando dijo señor Min.
—Uh, supongo que estaría bien.
—Entonces
firma el contrato, Yoongi —dijo Lowell—. Es por el bien de tu familia.
Yoongi pensó que era una afirmación extraña cuando estaba
haciendo esto por su hermano, no por toda su familia, pero teniendo en cuenta
que Jungkook era el chico dorado, Yoongi suponía que tenía sentido.
Cogió la pluma que su padre le ofrecía y firmó el contrato. Yoongi
apenas tuvo tiempo para bajar la pluma antes de que el contrato fuera arrancado
de sus manos. Él frunció el ceño cuando su padre lo miró y luego se lo entregó
al señor Jimin. Yoongi no tenía idea de por qué el flebotomista necesitaba ver
el contrato. Era entre él y su padre.
—Qué…
—Por
favor, pase por aquí y tome asiento, señor Min —dijo el señor Jimin mientras
doblaba el contrato y lo guardaba en su bolsillo. Se agachó y cogió un bolso
negro del suelo y lo llevó a la silla próxima a la que le había indicado a Yoongi.
Los instintos de Yoongi le gritaban otra vez. Le estaban
diciendo que corriera lejos y que corriera rápido y lo hiciera ahora. Pero por
su vida, Yoongi no podía entender por qué. Había algo raro en toda esta
situación. Simplemente no podía entender exactamente qué.
Sin una buena razón para negarse, Yoongi cruzó la habitación
y se sentó, dejando su mochila en el suelo junto a él.
—Por
favor, deme su mano.
A Yoongi le habían sacado sangre en el pasado. Sabía cómo se
hacía.
Extender su mano no era parte de ello.
—¿Por qué?
El señor Jimin sonrió, lo cual era suficientemente extraño
en sí mismo, y levantó un pequeño dispositivo negro del tamaño de un teléfono
celular.
—Si recuerda, sólo necesito una gota de su sangre para ver
si son compatibles. Una gota de su dedo lo hará muy bien.
—¿Es uno
de esos lectores de glucosa? —Yoongi preguntó mientras le tendía la mano.
—En
muchos sentidos es similar, pero no lo uso para leer los niveles de glucosa en
la sangre.
Yoongi se sobresaltó cuando sintió un pequeño pinchazo. No
le dolió, sólo lo sorprendió. El señor Jimin presionó una bola de algodón en la
punta de su dedo y luego se giró a su bolsa. La curiosidad de Yoongi creció al
ver al señor Jimin sacar un frasco de un líquido color rojo oscuro.
El hombre abrió la parte superior del dispositivo de tipo
celular con el que había extraído la sangre de Yoongi, revelando un pequeño
cuadrado con papel blanco en su interior. Colocó una gota del líquido de color
rojo oscuro del vial en el pequeño cuadrado blanco y cerró la tapa.
El señor Jimin le sonrió a Yoongi.
—Esto no debe tomar más de un momento.
Yoongi le devolvió la sonrisa. Su nerviosismo no estaba
mejorando. Su padre estaba de pie al otro lado de la habitación con las manos
cruzadas detrás de él, pero Yoongi podía sentir el peso de su mirada, incluso
desde allí. Stewart, a quien Yoongi nunca le había gustado, estaba cerca de
Lowell, casi flotando. El decano sólo lucía confundido mientras permanecía de
pie junto a la puerta.
Yoongi saltó cuando el dispositivo en la mano del señor Jimin,
de repente sonó. Una sonrisa empezó a extenderse por la cara rugosa del señor Jimin
cuando bajó la mirada hacia él.
—¿Bien?
—espetó Lowell.
—Es como
usted ha dicho, señor Min —respondió el señor Jimin—. El contrato será honrado.
—Bien.
Espero oír de usted al final de la semana.
Yoongi parpadeó confundido cuando su padre se volvió sin
decirle una palabra y salió de la oficina, con Stewart rápidamente sobre sus
talones. Lowell ni siquiera se detuvo para estrechar la mano con el Decano
Philips. Sólo se fue.
Yoongi volvió su
atención hacia el otro hombre en la habitación, viendo cómo el señor Jimin
reponía todo en su bolsa.
—¿Qué va a ocurrir ahora?
—Usted
es perfectamente compatible, como su padre dijo que sería. Nuestro contrato con
su familia será respetado.
Yoongi se puso de pie y comenzó a retroceder. Sabía que
había una jodida trampa.
—¿Qué contrato con mi familia?
El señor Jimin estaba frunciendo el ceño cuando levantó la
vista de su bolsa.
—El contrato que firmó.
—Firmé
un contrato con mi padre, no usted.
El señor Jimin dio unas palmaditas en el bolsillo de su
chaqueta.
—Tengo su contrato firmado justo aquí, señor Min. El
contrato es entre usted y mi empleador.
—No, no.
—Yoongi movió sus manos hacia atrás y hacia adelante—. Vi la firma de mi padre
en el contrato. Es entre él y yo.
El señor Jimin dejó escapar un profundo suspiro y abrió su
bolso, buscando en el interior.
—Me temo que esa no era la firma de su padre, señor Min. Se
trata de la firma legal de mi empleador.
El miedo se disparó en Yoongi cuando el señor Jimin se dio
la vuelta con una jeringa en la mano y comenzó a avanzar a través de la
habitación hacia él. Yoongi se lanzó hacia la puerta, pero la encontró
bloqueada por dos grandes hombres que no había visto antes allí. No se movieron
hacia él, sólo bloqueaban la salida.
—Señor Min, por favor —dijo el señor Jimin
mientras seguía a Yoongi por la habitación—. Está haciendo esto mucho más
difícil de lo que tiene que ser.
Yoongi esquivó al hombre cada vez que se acercaba. Él no iba
a dejar que un extraño lunático le inyectara una extraña sustancia azul.
—¡Manténgase lejos de mí! —gritó.
El señor Jimin volvió a suspirar y luego hizo un gesto a los
dos grandes hombres que cuidaban la puerta.
— Tengan cuidado con él. Saben a quien tienen que
enfrentarse si dejan una sola marca en él.
Los hombres asintieron y avanzaron. Yoongi estaba encerrado.
Sabía que era infantil, pero se puso a gritar tan fuerte como pudo cuando lo
agarraron y lo mantuvieron en su lugar. El señor Jimin se acercó y
tranquilamente inyectó el líquido azul en su brazo.
—Ahí
tiene, ¿no fue tan malo, verdad?
—¿No fue
tan malo? —gritó Yoongi—.
Usted acaba de…
Yoongi cayó cuando cada músculo de su cuerpo dejó de
funcionar. Sintió que alguien lo atrapó justo antes de caer al suelo. Lo último
que vio fue al señor Jimin negando con la cabeza y suspirando profundamente, y
luego nada.
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