Páginas

domingo, 5 de junio de 2022

CAPITULO 1

!Min!

 

Min Yoongi despertó de golpe, sentándose con la espalda recta tan rápido en su silla que su bloc de notas se deslizó de la mesa y cayó al suelo. Parpadeó durante unos instantes, confundido acerca de que lo había sacudido de su sueño.

 

—¡Min!

 

—¡Sí, señor! —Oh sí, él estaba en clase, en la clase de Filosofía del profesor Brewer, por cierto. El hombre era atemorizante, no sólo porque hablaba en un constante tono monótono que hacía a Yoongi querer pincharse sus globos oculares con un lápiz, sino que también porque el profesor reprobaba a cualquiera en un segundo. La única razón por la que Yoongi estaba tomando la clase era porque necesitaba un crédito en Filosofía para obtener su título.

 

El decano de los estudiantes quiere verte en su oficina.

 

Sí, señor. —Yoongi se agachó y cogió su libreta del suelo y la puso sobre su escritorio. Podía oír a algunas pequeñas risitas disimuladas en torno a él, pero prefirió ignorarlas. En primer lugar, estaba acostumbrado a la gente riéndose de él, y segundo, él ya estaba bajo la mirada torva del Profesor Brewer. No necesitaba añadir nada a eso.

 

 Ahora, Min.

 

Las cejas de Yoongi se alzaron.

 

—¿Ahora, señor?

 

Ahora, Min.

 

Sí, señor. —Yoongi rápidamente recogió sus cosas y las metió en su mochila. Podía oír la risa a su alrededor incrementarse cuando el profesor Brewe suspiró profundamente. Dios, así que él no iba a pasar esta clase. Tenía pesadillas acerca de tomar la clase del profesor una y otra vez hasta que su pelo se volviera gris.

 

Yoongi cogió su mochila y la balanceó por encima de su hombro y subió corriendo los escalones del aula hacia la puerta. Oyó al profesor regresar a su monótono discurso que podía hacer a los muertos caer dormidos, cuando la puerta se cerró tras él. Yoongi no tenía idea de por qué el decano quería verlo. Trataba de permanecer fuera del radar tanto como era posible.

 

Yoongi estaba respirando pesadamente para cuando llegó al otro lado del campus universitario donde se encontraba la oficina del decano. Aunque sabía que había sólo unos pocos pasos hasta el frente del edificio, ellos se sentían como un centenar. Trabajar en dos puestos de trabajo y asistir a la universidad a tiempo completo estaba empezando a hacer mella en él. Estaba exhausto. Sus pies se sentían como si estuvieran cargados con cemento mientras subía las escaleras.

 

Entró en el edificio, luego caminó por el pasillo hasta la oficina del decano. Tomando una respiración profunda para calmar sus nervios, Yoongi abrió la puerta y entró. Le sonrió a la recepcionista y se detuvo frente a su escritorio.

 

 Hola, soy Min Yoongi. Me dijeron que me reportara en la oficina del decano.

 

Por favor tome asiento, señor Min —dijo la recepcionista mientras cogía el teléfono—. Voy a informar al decano que usted está aquí.

 

Gracias.

 

Yoongi escuchó a la recepcionista hablar por teléfono mientras se giraba y se acercaba a una de las dos sillas situadas a lo largo de la pared junto a la puerta. Antes de que pudiera sentarse, la puerta del decano se abrió y un hombre en un traje azul muy caro salió, sus ojos buscaron en la oficina exterior hasta que se posaron en Yoongi.

 

Señor Min —dijo el hombre mientras le tendía la mano a Yoongi—. Soy el Decano Phillips.

 

Yoongi se irguió y afirmó sus piernas en el lugar. Sus rodillas se sentían como que fueran a ceder.

 

—Hola, Decano Philips.

 

Por favor, venga a mi oficina donde podemos hablar.

 

La agitación llenó a Yoongi mientras seguía al decano a su despacho. Por lo que podía recordar, estaba pasando todas sus clases. Ni siquiera tenía ausencias. ¿Por qué el decano quería verlo? No estaba muy seguro de querer saber la respuesta, aun así estaba demasiado ansioso por averiguarlo.

 

Por favor —el decano hizo un gesto con la mano hacia una silla frente a su escritorio—, tome asiento.

 

Yoongi sintió un nudo en la garganta mientras se sentaba. Se secó las manos sudorosas en la parte delantera de sus pantalones mientras su corazón latía fuera de control.

 

—¿Estoy en algún tipo de problema?

 

Oh Dios, no. Sólo quería comprobar y ver cómo lo está haciendo.

 

—¿Haciendo? —Yoongi estaba tan confundido. Ni siquiera sabía que el decano sabía quién era. Nunca había conocido al hombre. ¿Por qué diablos el hombre quería saber ahora cómo lo estaba haciendo?—. Lo estoy haciendo bien, supongo.

 

—¿Tiene algún problema en alguna de sus clases?

 

No que yo sepa. —Yoongi frunció el ceño—. ¿Por qué? ¿Hay algo que debo tener en cuenta? ¿He perdido una tarea?

 

No que yo sepa. —El decano sonrió ampliamente—. He oído sólo cosas buenas de sus profesores.

 

¡Mierda! ¿El decano estaba hablando con sus profesores? Yoongi aferró las correas de su mochila firmemente en sus manos.

 

—No entiendo. Si lo estoy haciendo bien y no estoy en problemas, ¿por qué me ha llamado aquí?

 

Estoy seguro de que puedo explicarlo si quiere sólo… —El decano dejó de hablar cuando algo sonó, y él se inclinó para presionar un botón en su teléfono—. ¿Sí, Gina?

 

Su próxima cita está aquí, Decano Philips.

 

Bien, bien. —El decano sonrió incluso más ampliamente, lo cual Yoongi no creía que fuera posible. Parecía que su rostro estaba a punto de partirse en dos—. Por favor, envíalo aquí.

 

 Yoongi empezó a tener una fría sensación premonitoria cuando el decano se levantó y caminó hacia la puerta, alisando su corbata. Los dedos de Yoongi casi estrangularon las correas de su mochila mientras se levantaba y se volvió para enfrentar a quien fuera que iba a venir a la oficina del decano. Tenía una idea bastante buena, y si él tenía razón, él se iba.

 

El corazón de Yoongi latió más rápido cuando la puerta se abrió lentamente. Echó una mirada al hombre que entró caminando y balanceó su mochila sobre su hombro. Se dirigió a la puerta, evitando la mirada inquisitiva del otro hombre, y le tendió la mano al decano.

 

Gracias por reunirse conmigo, Decano Philips, pero tengo que volver a clase.

 

Oh, pero… —El decano tartamudeó, mirando hacia atrás y hacia adelante entre Yoongi y el hombre de pie junto a su escritorio. Sus cejas se juntaron arrugándose como si estuviera completamente desconcertado.

 

Yoongi —dijo el otro hombre severamente—, te quedarás.

 

Wow. —Yoongi se volvió hacia el hombre—. Recuerdas mi nombre. ¿Consiguieron sopladores de nieve en el infierno?

 

—¡Yoongi! —advirtió el hombre, sus cejas se arrastraron en una profunda arruga, una que Yoongi había visto más veces de las que podía contar. Solía asustarlo a morir. Ahora, sólo lo hizo enojar.

 

Padre —dijo Yoongi.

 

Tenemos que hablar, Yoongi.

 

 Creo que todo lo que tenía que decirse entre nosotros se ha dicho. —Yoongi se dirigió hacia la puerta—. Buen día, Padre.

 

Tu hermano está enfermo.

 

Yoongi se detuvo en la puerta y lentamente se volvió hacia su padre. El hombre era conocido por mentir para conseguir lo que quería. Yoongi no sabía si podía confiar en las palabras que salían de la boca de su padre.

 

—¿Cuán enfermo? —sondeó.

 

Está en el hospital conectado a un respirador.

 

—¿Qué pasa con él? —Yoongi odiaba a su padre. No odiaba a su hermano, incluso si ya no hablaban. Jungkook no le había dicho ni una palabra desde el día que Yoongi se había mudado de la casa de sus padres. Pero todavía era el hermano gemelo de Yoongi.

 

Él está en coma.

 

—¿En estado de coma?— susurró Yoongi—. ¿Qué dicen los médicos?

 

Yoongi sabía que su padre habría pagado por los mejores médicos del país. Jungkook era su chico dorado, su heredero. Y, a diferencia de Yoongi, Jungkook era hetero. Min Lowell puso todo en su hijo mayor, toda su atención y los sentimientos emotivos que pudiera tener. Desde luego, no los compartía con su hijo gay.

 

Los médicos no saben lo que está mal con él. — Lowell frunció el ceño de nuevo, dándole a Yoongi una pista de que había algo más. Su padre daba señales. Fruncir el ceño era una de ellas—. Es por eso que estoy aquí.

 

 Yoongi estaba confundido.

 

—¿Porque estás aquí? — preguntó, inclinando ligeramente la cabeza—. Sé que no has venido todo este trayecto para decirme que Jungkook estaba en el hospital. Una llamada de teléfono de tu asistente habría hecho eso.

 

Necesito una muestra de tu sangre, Yoongi.

 

Yoongi pensó que sus ojos podrían haberse salido de su cabeza mientras miraba a su padre.

 

—¿Mi sangre?

 

Los médicos creen que hay algo malo en la sangre de Jungkook. Como gemelo de Jungkook, quieren una muestra de tu sangre para examinarla y así poder ver si tienes una anomalía similar o si sólo es Jungkook.

 

Había algo en esa explicación que no le cayó nada bien a Yoongi, pero maldita sea si podía comprenderlo. Sus instintos le estaban gritando que corriera y nunca mirara hacia atrás. Pero era de Jungkook de quien estaban hablando. Ya sea que a Yoongi le gustara o no, se quedaría a escuchar.

 

—¿Qué hay de mi madre o de ti? —preguntó. Él no era el único pariente de sangre de Jungkook.

 

Ya nos han examinado. Ninguno de los dos es una buena coincidencia para Jungkook.

 

Eso llamó la atención de Yoongi. Su padre le había dicho que estaban buscando una anomalía, no una coincidencia.

 

—¿Una coincidencia para qué?

 

Si tu sangre es igual a la de Jungkook, le pueden dar una transfusión que esencialmente podría salvar su vida.

 

—¿Qué tan enfermo está?

 

Lowell cruzó los brazos detrás de su espalda y le dio a Yoongi una mirada severa.

 

—Pagaré por los cuatro años completos aquí en la universidad en cualquier campo que desees estudiar si estás de acuerdo en darme una muestra de tu sangre y dejas de hacer preguntas estúpidas.

 

Yoongi pensó en los dos puestos de trabajo que mantenía para pagar su escolaridad y mantener un techo sobre su cabeza. Apenas había suficiente para conseguir alimento en su estómago. Trabajaba largas horas en los dos trabajos, mientras llevaba una carga completa de clases. Era la única manera en la que podía permitirse el lujo de pagar su educación.

 

En el segundo que Min Lowell se enteró de que su hijo menor era homosexual, había mandado a Yoongi a la mierda. Se negó a pagar por la educación de Yoongi o incluso ayudarlo con un apartamento. Sólo le dio a Yoongi dos horas para recoger sus cosas y salir de la propiedad de la familia.

 

Yoongi apenas tenía tres mil dólares en su cuenta bancaria cuando salió de su casa, un regalo de una tía cuando falleció, el coche que le habían dado para su vigésimo primer cumpleaños, y algunas cajas de objetos personales. Todo lo que había ganado en los últimos tres años los había ganado por su cuenta.

 

No quiero tu dinero.

 

—¿Qué quieres?

 

Quiero que me dejes de una puta vez en paz.

 

Hecho.

 

Dijiste eso demasiado rápido —dijo Yoongi—. ¿Por qué no puedo creerte?

 

Estoy diciendo la verdad, Yoongi, y voy a firmar cualquier cosa que quieras para ese efecto si estás de acuerdo en darme la muestra de sangre que quiero, y donar la sangre necesaria si eres una buena coincidencia.

 

Los ojos de Yoongi se estrecharon. Su padre estaba aceptando su demanda demasiado fácil. Tenía que haber una trampa, pero maldita sea si podía encontrarla.

 

—Bien, ten algo preparado, y te daré una muestra de sangre.

 

Lowell metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó su teléfono celular.

 

—Stewart, por favor ven a la oficina del decano, y trae al señor Jimin contigo.

 

La mandíbula de Yoongi cayó cuando su padre cerró de golpe su teléfono y lo dejó caer de nuevo en el bolsillo.

 

— Sabías que iba a estar de acuerdo. Ya tenías todo preparado.

 

Por supuesto.

 

Yoongi odiaba la mirada de suficiencia en el rostro de su padre. Lo que daría por ser capaz de arrancarla de su cara…

 

 —¿Qué habrías hecho si hubiese exigido el dinero?

 

Pagarte.

 

Lo imaginaba.

 

Antes de que Yoongi pudiera contestar, no es que supiera exactamente lo que habría dicho tan confundido como estaba, la puerta detrás de él se abrió y dos hombres entraron. Al primero Yoongi lo reconoció como Stewart, el asistente de su padre. Stewart nunca estaba lejos del lado de su padre. Yoongi estaba bastante seguro de que ellos pasaban más tiempo juntos del que su padre pasaba con su madre.

 

Al otro hombre Yoongi no lo reconoció. Lo habría recordado si se hubiese encontrado con el hombre antes. Además del hecho de que estaba construido como una casa de ladrillo, había un brillo en sus oscuros ojos que hizo temblar a Yoongi como si una corriente de aire frío súbitamente hubiese estallado a través de la habitación. Yoongi no podía estar seguro, pero algo le dijo que tuviera mucho cuidado con este hombre.

 

—¿Tienes los papeles, Stewart? —preguntó Lowell.

 

Por supuesto, señor. —Stewart puso su maletín en el escritorio del decano y lo abrió. Sacó un archivo y se lo entregó a Lowell—. Esto es todo lo que necesita, señor.

 

Muy bien —dijo Lowell mientras abría el archivo y leía lo que fuera que había dentro. Después de un momento, cerró el archivo y se lo entregó a Yoongi—. Encontrarás que todo está en orden, como dije que lo estaría.

 

Yoongi tomó el archivo de su padre y lo abrió. De alguna manera, no se sorprendió cuando encontró un contrato legalmente vinculante dentro. Lo leyó por encima rápidamente. No era tan versado en leyes, pero el contrato parecía bastante simple. Incluso podía ver el garabato de la firma de su padre en la parte inferior de la página. El hombre debería haber sido un médico en lugar de un banquero de inversión. Su firma era horrible.

 

El contrato era bueno y breve, simplemente una sola página. Si Yoongi accedía a suministrar a su padre un análisis de sangre y donar la sangre necesaria a la persona apropiada, si él demostraba ser compatible, su padre prometía nunca contactarse con él otra vez. Por mucho que Yoongi trató de ver la trampa escondida en el contrato, no pudo encontrar ninguna.

 

Cuando cerró el archivo, su padre le tendió una pluma.

 

—Si firmas el contrato, podemos seguir adelante con esto. El señor Jimin está aquí para extraer la sangre, y ver si eres una posible coincidencia.

 

Yoongi frunció el ceño y miró a su alrededor.

 

—¿No debería ir al hospital para que me saquen sangre o algo así?

 

Por favor, perdone mi intromisión, señor Min —dijo el señor Jimin mientras daba un paso adelante—, pero yo soy un flebotomista capacitado. Puedo tomar su sangre y hacer el análisis aquí mismo. Y solo necesito una gota de su sangre para realizar mi análisis.

 

Yoongi parpadeó sorprendido, en primer lugar, por la suave forma de hablar del gran hombre y, en segundo lugar, porque había pensado que el hombre estaba hablando con su padre cuando dijo señor Min.

 

—Uh, supongo que estaría bien.

 

Entonces firma el contrato, Yoongi —dijo Lowell—. Es por el bien de tu familia.

 

Yoongi pensó que era una afirmación extraña cuando estaba haciendo esto por su hermano, no por toda su familia, pero teniendo en cuenta que Jungkook era el chico dorado, Yoongi suponía que tenía sentido.

 

Cogió la pluma que su padre le ofrecía y firmó el contrato. Yoongi apenas tuvo tiempo para bajar la pluma antes de que el contrato fuera arrancado de sus manos. Él frunció el ceño cuando su padre lo miró y luego se lo entregó al señor Jimin. Yoongi no tenía idea de por qué el flebotomista necesitaba ver el contrato. Era entre él y su padre.

 

Qué…

 

Por favor, pase por aquí y tome asiento, señor Min —dijo el señor Jimin mientras doblaba el contrato y lo guardaba en su bolsillo. Se agachó y cogió un bolso negro del suelo y lo llevó a la silla próxima a la que le había indicado a Yoongi.

 

Los instintos de Yoongi le gritaban otra vez. Le estaban diciendo que corriera lejos y que corriera rápido y lo hiciera ahora. Pero por su vida, Yoongi no podía entender por qué. Había algo raro en toda esta situación. Simplemente no podía entender exactamente qué.

 

Sin una buena razón para negarse, Yoongi cruzó la habitación y se sentó, dejando su mochila en el suelo junto a él.

 

Por favor, deme su mano.

 

A Yoongi le habían sacado sangre en el pasado. Sabía cómo se hacía.

 

Extender su mano no era parte de ello.

 

—¿Por qué?

 

El señor Jimin sonrió, lo cual era suficientemente extraño en sí mismo, y levantó un pequeño dispositivo negro del tamaño de un teléfono celular.

 

—Si recuerda, sólo necesito una gota de su sangre para ver si son compatibles. Una gota de su dedo lo hará muy bien.

 

—¿Es uno de esos lectores de glucosa? —Yoongi preguntó mientras le tendía la mano.

 

En muchos sentidos es similar, pero no lo uso para leer los niveles de glucosa en la sangre.

 

Yoongi se sobresaltó cuando sintió un pequeño pinchazo. No le dolió, sólo lo sorprendió. El señor Jimin presionó una bola de algodón en la punta de su dedo y luego se giró a su bolsa. La curiosidad de Yoongi creció al ver al señor Jimin sacar un frasco de un líquido color rojo oscuro.

 

El hombre abrió la parte superior del dispositivo de tipo celular con el que había extraído la sangre de Yoongi, revelando un pequeño cuadrado con papel blanco en su interior. Colocó una gota del líquido de color rojo oscuro del vial en el pequeño cuadrado blanco y cerró la tapa.

 

El señor Jimin le sonrió a Yoongi.

 

—Esto no debe tomar más de un momento.

 

Yoongi le devolvió la sonrisa. Su nerviosismo no estaba mejorando. Su padre estaba de pie al otro lado de la habitación con las manos cruzadas detrás de él, pero Yoongi podía sentir el peso de su mirada, incluso desde allí. Stewart, a quien Yoongi nunca le había gustado, estaba cerca de Lowell, casi flotando. El decano sólo lucía confundido mientras permanecía de pie junto a la puerta.

 

Yoongi saltó cuando el dispositivo en la mano del señor Jimin, de repente sonó. Una sonrisa empezó a extenderse por la cara rugosa del señor Jimin cuando bajó la mirada hacia él.

 

—¿Bien? —espetó Lowell.

 

Es como usted ha dicho, señor Min —respondió el señor Jimin—. El contrato será honrado.

 

Bien. Espero oír de usted al final de la semana.

 

Yoongi parpadeó confundido cuando su padre se volvió sin decirle una palabra y salió de la oficina, con Stewart rápidamente sobre sus talones. Lowell ni siquiera se detuvo para estrechar la mano con el Decano Philips. Sólo se fue.

 

 Yoongi volvió su atención hacia el otro hombre en la habitación, viendo cómo el señor Jimin reponía todo en su bolsa.

 

—¿Qué va a ocurrir ahora?

 

Usted es perfectamente compatible, como su padre dijo que sería. Nuestro contrato con su familia será respetado.

 

Yoongi se puso de pie y comenzó a retroceder. Sabía que había una jodida trampa.

 

—¿Qué contrato con mi familia?

 

El señor Jimin estaba frunciendo el ceño cuando levantó la vista de su bolsa.

 

—El contrato que firmó.

 

Firmé un contrato con mi padre, no usted.

 

El señor Jimin dio unas palmaditas en el bolsillo de su chaqueta.

 

—Tengo su contrato firmado justo aquí, señor Min. El contrato es entre usted y mi empleador.

 

No, no. —Yoongi movió sus manos hacia atrás y hacia adelante—. Vi la firma de mi padre en el contrato. Es entre él y yo.

 

El señor Jimin dejó escapar un profundo suspiro y abrió su bolso, buscando en el interior.

 

—Me temo que esa no era la firma de su padre, señor Min. Se trata de la firma legal de mi empleador.

 

El miedo se disparó en Yoongi cuando el señor Jimin se dio la vuelta con una jeringa en la mano y comenzó a avanzar a través de la habitación hacia él. Yoongi se lanzó hacia la puerta, pero la encontró bloqueada por dos grandes hombres que no había visto antes allí. No se movieron hacia él, sólo bloqueaban la salida.

 

 Señor Min, por favor —dijo el señor Jimin mientras seguía a Yoongi por la habitación—. Está haciendo esto mucho más difícil de lo que tiene que ser.

 

Yoongi esquivó al hombre cada vez que se acercaba. Él no iba a dejar que un extraño lunático le inyectara una extraña sustancia azul.

 

—¡Manténgase lejos de mí! —gritó.

 

El señor Jimin volvió a suspirar y luego hizo un gesto a los dos grandes hombres que cuidaban la puerta.

 

— Tengan cuidado con él. Saben a quien tienen que enfrentarse si dejan una sola marca en él.

 

Los hombres asintieron y avanzaron. Yoongi estaba encerrado. Sabía que era infantil, pero se puso a gritar tan fuerte como pudo cuando lo agarraron y lo mantuvieron en su lugar. El señor Jimin se acercó y tranquilamente inyectó el líquido azul en su brazo.

 

Ahí tiene, ¿no fue tan malo, verdad?

 

—¿No  fue  tan malo?  —gritó  Yoongi—.  Usted acaba de…

 

Yoongi cayó cuando cada músculo de su cuerpo dejó de funcionar. Sintió que alguien lo atrapó justo antes de caer al suelo. Lo último que vio fue al señor Jimin negando con la cabeza y suspirando profundamente, y luego nada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario