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sábado, 11 de junio de 2022

CAPITULO 7

El despertador sonó, despertando a Jungkook, bostezando y sobándose la cara. Salió de la cama, trastabillando hasta el baño para tomar una ducha y poder ir a la escuela. Después de que se vistió, fue hasta el cuarto de su padre para ver si es que ya había despertado pero no escuchó nada. No importaba, se preparó un tazón con cereal y echó un vistazo al reloj de la pared para asegurarse que no se le había hecho tarde para coger el autobús.

Jungkook lavó su plato, tomó su mochila y las llaves. Se detuvo un momento, considerando despedirse de su papá antes de partir para la escuela. Pensó en todas las cosas a las que tendría que enfrentarse en la escuela después de su pelea con Jerry, por lo que mejor desistió. Cerró la puerta de un portazo y caminó hasta el autobús con muy mal genio.

Tae llegó temprano al trabajo. Sentado enfrente de su escritorio revisó su correo para ver los nuevos casos, organizándolos por prioridad. Antes de empezar su trabajo decidió llamar a la casa de Suga. Cuando nadie contestó llamó a la librería.

—¿Hola, Srta. Shin? Es el detective Kim. ¿Esta Suga?

—No detective. No se encuentra. Estoy empezando a preocuparme por él. Bueno, usualmente llega tarde, pero nunca tan tarde. Ya compré los cafés, afortunadamente me dejó las llaves anoche por que…

 Tae comenzó a entrar en pánico mientras que ella divagaba sin cesar.

—Ok… Ok… Voy a ir a su casa. ¿De acuerdo?

—¡Oh! ¿Lo hará? Perfecto. Tal vez olvidó poner la alarma. Dile que todo está bien aquí. Estaré bien yo sola mientras tanto. ¿Podría decirle eso?

—Lo haré, Srta. Shin. Hasta luego. —Colgó el teléfono y corrió hasta donde estaba aparcado su automóvil.

Absteniéndose de alarmar a las demás patrullas, Tae aceleró por las calles que lo separaban de la casa de Suga imaginándose las horribles cosas que le podrían haber pasado. Si algo le sucedía a Suga, se sentiría el responsable, y de solo pensarlo quería morir.

Derrapó en la entrada de la casa de Suga. El Camaro estaba estacionado ahí. Tae salió de su coche y tocó la puerta. Nadie contestó. Gritó el nombre de Suga, y después intentó abrir la puerta. Yendo hacía el frente de la casa, Tae intentó con una de las ventanas, esperando encontrarla abierta. No lo estaba. Golpeó el borde la ventana mientras llamaba a gritos a Suga.

—Por favor, que esté en la maldita ducha, —murmuró, esperando que esa fuera la razón por la que no escuchaba cuando lo llamaba.

Se encaminó hacia una de las esquinas de la casa, Tae observó la alta y ancha valla de arbustos que protegía la casa. Maldijo internamente, respiró hondo y de un salto llegó hasta el borde, tratando de pasar la barrera. Saltó del otro lado en donde encontró huellas. Huellas que indicaban que alguien más había hecho lo mismo que él. Se detuvo, examinándolas, siguió su camino a un lado de ellas para no destruir la evidencia. Las huellas desaparecían en la ventana que estaba al norte. Tae echó un vistazo, era solo una habitación. Una habitación vacía. Continuó caminando hasta llegar a la parte trasera de la casa.

 El océano estaba a la vista.

—¡Suga! —Volvió a gritar, por si acaso Suga estaba en algún lado de la propiedad. Un casi inaudible sonido le respondió. Tae corrió hasta el borde y miró hacia abajo.

******************

Los dientes le castañeaban por haber estado a la intemperie por tanto tiempo. Suga escuchó que alguien lo llamaba por su nombre y supuso que era Jungkook. Gritó, tratando de que su voz sonara más fuerte que el oleaje. Cuando vio a Tae que lo observaba desde lo alto se sintió salvado.

—¡Tae! ¡Trae una cuerda!

—¿Tienes alguna? ¿Está en la casa? —Gritó Tae.

—¡Sí! Mira en la caja de madera que está en el porche!

Tae asintió y se alejó corriendo.

Suga saltaba tratando de que la sangre llegara hasta sus piernas. Se frotaba los brazos con las manos para ganar calor. Una cuerda cayó desde arriba, cerca de la escalera. Cuando estaba cerca de la cima, Tae le extendió la mano. Suga la tomó y se vio en la cima del pequeño acantilado de un tirón.

Cuando se paró se dio cuenta de la mirada de preocupación que Tae le dedicaba.

—Gracias.

—Ve adentro. —Tae lo envolvió en sus brazos y lo acompañó—. Dios. Estás helado. ¿Dónde está el baño?

—Ahí. —Le indicó Suga con la cabeza. Gritó el nombre de Jungkook y fue hasta su cuarto para ver que éste ya se había marchado.

 Tae lo llevó hasta el baño, dejando que corriera el agua. Cuando estuvo lo suficientemente caliente, le quitó los jeans a Suga, dejándolos en el suelo.

Suga gimió de placer cuando el agua le llegó a sus helados músculos. Tae lo observaba mientras Suga sentía como cada músculo se relajaba.

—¿Ya vas a decirme qué mierda es lo que pasó?

—Sí. Sólo deja que me dé una ducha rápida. —Suga se lavó el cabello rápidamente, saliendo pocos minutos después. Tae lo esperaba con una toalla ya lista, lo envolvió con ella y siguió a Suga hasta su habitación.

Suga dejó caer la toalla al suelo y buscó algo de ropa limpia para ponerse.

—Anoche, durante nuestra llamada…

Tae se sentó en el borde de la cama y le indicó con un movimiento de la cabeza que continuaba escuchando.

—…bueno, después de que yo, ya sabes, lo hice contigo, me levanté para poder asearme cuando noté que alguien estaba parado cerca de la ventana. —Suga le indicó en donde lo había visto—. Pude verlo por el reflejo del espejo.

Tae asintió.

—Salí corriendo, para atrapar al hijo de puta. Cuando salí, pude escuchar la voz de Jungkook que me llamaba, o eso creía. No sé cómo pudo lograrlo ese desgraciado pero en verdad pensé que era mi hijo. Creí que Jungkook había caído por el borde y que estaba herido. Así que, como un completo idiota, bajé para ver qué era lo que pasaba. Me quedé afuera toda la maldita noche.

La intensa mirada de Tae no se alteró.

—Cuando resbalé, el imbécil me apuntó con una linterna. Te digo que ese tío es un enfermo. Un enfermo.  Me helé el culo ahí afuera. Para mantenerme un poco caliente escarbé en la arena. —Explicó Suga—. ¡Suran! ¡La tienda! —Gritó después de haberse calmado.

—No te preocupes. Dijo que tenía todo bajo control, — le aseguró Tae. Se levantó con lentitud y abrazó a Suga, meciéndolo.

Era tanto el cariño que sentía en ese abrazo que Suga quería llorar.

—Gracias por buscarme. Lo digo en verdad.

—¿Por qué demonios tu hijo no te buscó al ver que no estabas? —Tae miraba a Suga a los ojos intensamente.

—Ya te dije que ayer nos enfrentamos. Tal vez aún sigue molesto. No lo sé.

—¿Estás seguro que tu hijo no tiene nada que ver con lo que te ha pasado?

—Muy seguro. Puede que esté confundido ahora, pero no está loco. De ninguna manera.

—¿Ya te sientes mejor? ¿Quieres que le llame al médico?

—No. No, necesito ir a la librería. No puedo dejar a Suran sola durante todo el día.

—Puedo llevarte. —Le apartó el cabello del rostro a Suga.

—¿Y recogerme? No creo que sea necesario.

—¿Y si insisto?

El corazón de Suga estuvo a punto de derretirse por el intenso cariño que estaba recibiendo.

—Continúa así y es probable que acabe enamorándome de ti, detective Kim.

 —¿Oh? ¿Así que voy por buen camino para ganarme el corazón del hermoso Min Suga?

—Sí. —Dijo Suga sonriéndole con adoración.

—Cuando me miras así me dan ganas de hacerte el amor. —Tae se acercó, besando la mandibula y el cuello de Suga.

Un escalofrío recorrió la columna de Suga. Cerró los ojos y se imaginó a ambos rodando por la cama, completamente desnudos.

—Mierda, tengo que ir a trabajar.

—Llámala. —Tae seguía besando su cuello, la oreja y las mejillas.

—Deja que la llame. —Mientras caminaba hasta donde estaba el teléfono, llevó consigo a rastras a Tae, asegurándose que éste siguiera besándolo. Marcó el número de la tienda y Suran contestó casi al instante—. ¿Suran? Soy yo, lo lamento tanto.

—¿Te has quedado dormido?

—No. Es una historia muy larga, cuando vaya te la contaré. ¿Cómo te encuentras?

—Perfectamente. La tienda está vacía.

—¿Segura?

—Sí. En verdad, parece una isla desierta. Creo que el clima que cambia tan radicalmente hace que la gente se quede dentro de sus casas.

Una tibia y masculina mano se apoderó de la entrepierna de Suga. Inhaló fuertemente y cerró los ojos.

—Ah… ok, ¿te importaría si llegó un poco más tarde?

—Para nada. Estoy bien.

 —Ok. Te veré en una hora, más o menos.

—Ok.

Suga colgó el teléfono y se giró para apresar los labios de Tae con los suyos. Inhalando su colonia, delineando sus labios con la lengua, rozando con sus dedos esa mandibula tan masculina, Suga debía de estar en el cielo. Tae le sacó la camisa de los pantalones a Suga para empezar a tocar su pecho, pellizcándole los pezones. Suga se retorció de placer entre sus brazos cuando la mano de Tae incursionó en sus apretados pantalones. Suga abrió los ojos desmesuradamente cuando una mano tomó su miembro y sólo alcanzó a decir en un grito ahogado.

— Cama. Ahora…

Con movimientos ágiles, Tae tomó en brazos a Suga y lo llevó hasta la cama. Tae lo depositó delicadamente en la cama, mientras se desvestía podía admirarlo.

Los ojos de Suga lo miraban fascinado mientras que la americana y la corbata desaparecían, al igual que su arma y los pantalones negros.

Con dificultad, Suga se deshizo de sus ropas, esperando desnudo hasta que Tae se hubiera despojado de todo lo que llevaba puesto. Suga se sentó en la cama, mientras Tae miraba de reojo la ventana, asegurándose de que las cortinas estaban completamente cerradas, después buscó los condones y el lubricante para tenerlos cerca.

Cuando se hubo recostado nuevamente dejó que Tae lo observara con detenimiento.

—¿Algún problema, detective?

—Ninguno. Eres hermoso.

—¿Lo soy?—Preguntó Suga con una sonrisa.

 —No has cambiado en lo absoluto en estos veinte años.

—Ojalá fuera verdad. —Suga sonrió, halagado.

Tae subió a la cama junto a Suga, rodeándolo con los brazos, aspirando su aroma, besándolo en la cara y cabello.

—¿Qué es lo que quieres, nene? —Ronroneó, acariciando la nuca de Tae.

—A ti, a ti, a ti…

—Ya me tienes. Lo sabes. —Le sonrió Suga, dándole un beso en la nariz.

—¿Cómo sigue tu trasero?

—Mejor. ¿Lo quieres?

—¿No es demasiado apresurado?

—No. —Dijo Suga sonriendo con malicia.

Y como si ese comentario hubiera añadido más leña al fuego de Tae, este se volvió loco, dejando que sus manos vagaran por todo el cuerpo de Suga, entre sus piernas, sus antebrazos , la nuca, en sus muslos, en todos lados a la misma vez. Las caricias enloquecían a Suga. Gentilmente, Tae puso a Suga sobre manos y rodillas. Podía escuchar a Tae preparándose detrás de él, por lo que intentó mirar sobre su hombro. Sonrió y descansó la cabeza en la almohada.

—¿Listo, hermoso?

—Sí. —Suga sonrió, deseando que después de hacer el amor pudieran dormir en los brazos del otro. Esa delicada sensación cambió inmediatamente a placer sensual.

********************

Tae simplemente no podía saciar su hambre por Suga. La necesidad de estar dentro de Suga era igual de imperiosa que la necesidad de respirar. Los sentimientos que sentía por Suga, Suga el hombre en vez de Suga la estrella, habían crecido enormemente. Tae creía que, por primera vez en su vida, se estaba enamorando. La idolatría que había tenido por la estrella de cine que había admirado y que quiso siempre poseer se había transformado en algo más profundo, más delicado, en un deseo de proteger, de querer, de cuidar. Sentimiento que debía de parecerse al que las mujeres poseían, el de siempre querer cuidar a sus seres queridos. Deseaba inmensamente poder tener una relación seria con ese hombre, envejecer juntos, hablar enfrente de la chimenea, caminar por la playa… ¿acaso estaba loco? ¿Era una locura amar a un hombre como Min Suga?

—¡Sí, sí! —Como si estuviera contestando sus preguntas Tae gritó, penetrando profundamente en Suga. Se reclinó un poco, tomando ese mundialmente famoso miembro, y dijo.

—¿De quién te estás riendo?

—¡Ah!

Tae sonrió satisfecho, extasiado por los gemidos placenteros que Suga hacía cuando él lo tocaba al mismo tiempo que entraba en él. Pronto toda conversación cesó y las respiraciones aceleradas y gemidos llenaban el ambiente. Tae arqueó la espalda cuando llegó a su final, asegurándose de seguir masturbando a Suga hasta que éste estuviera satisfecho. Escuchando los angelicales gemidos orgásmicos de Suga, los cuales conocía de memoria, Tae sonrió satisfecho recostando la cabeza en la espalda de Suga tratando de recuperar el aliento.

—Vaya… eso fue… intenso. —Suga se deslizó de entre las piernas de Tae, dándose la media vuelta para poder quedar mirando al techo.

 Tae se arrodilló en la cama frente a él, mirando el cuerpo desnudo de Suga.

—Dios, eres como una droga.

—Una droga atrasada. Ya debería de estar en la librería.

—Sí. Supongo que tampoco es muy ético que esté follando en mis horas de trabajo. —Salieron de la cama y se asearon.

Mientras se vestía, Tae comentó.

—Sabes, hablé con el teniente sobre tu caso. No creo que pensara que era muy serio el asunto como para mandar una patrulla a rondar por tu casa, pero ahora, después de lo que ha pasado…

Suga se subió los pantalones, atándose el cabello en una coleta.

—No necesito que nadie me cuide.

—Y una mierda. —Tae se ajustó su porta armas en su lugar.

—Mira, Tae, a pesar de que él ha hecho cosas bastante estúpidas, nunca a atentado contra mí.

Tae sabía que ese argumento sería el mismo que usaría su superior.

—Ven a vivir conmigo en lo que atrapamos a ese lunático.

—No puedo. ¿Qué pasaría con Jungkook? —Suga se metió la camisa dentro de los pantalones.

—Él puede venir también.

Suga lo miró con adoración.

—Es un gesto muy amable el tuyo. En verdad lo aprecio, pero sé que Jungkook se negará.

—¿Acaso sabe que te están acosando? O ¿de lo nuestro? —Tae sabía que la relación de Suga y Jungkook no estaba en los mejores términos en ese momento.

 —No, —susurró Suga como si le avergonzara.

—¡Entonces díselo! ¡Dile toda la mierda por la que estás pasando!

—No puedo. Debo irme. He estado aquí demasiado tiempo ya.

—Te llevo. —Tae terminó de vestirse, poniéndose la americana de su traje.

Suga le arregló el nudo de la corbata a Tae.

—Si llegas a tener un caso de último momento, te esperaré.

—Suga. —Lo riñó Tae.

—No soy un debilucho. Sé protegerme. —Le dio un beso en la barbilla a Tae y caminó hasta la salita.

Frustrado, Tae lo siguió.

—No vas a dejar que te proteja, ¿verdad?

—¿De qué? —Preguntó Suga con curiosidad—. Sólo es una pequeña molestia.

—¿Oh? ¿Dejándote en la playa para que te congeles? ¿Sólo una molestia?

—Tengo que irme. —Suga tomó sus llaves, listo para irse. Tae lo detuvo y lo abrazó con fuerza.

—Llámame. No creo poder soportar la angustia de no saber de ti.

—Lo haré.

—¿Cenamos juntos esta noche?

—Ya te diré después.

 Odiaba que Suga no le diera una respuesta concreta, pero sabía que era por Jungkook. Tae asintió y lo siguió hasta la calle.

****************

—Suran, lo siento muchísimo. —Suga se apresuró a entrar a la tienda, mirando a ambos lados. Sólo había un cliente dentro.

—No hay problema. En verdad no ha venido nadie. ¿Está lloviendo, no es así?

—Acaba de empezar. —Suga se encaminó a su oficina. —Deja que me quite la chaqueta y regreso.

—Ok.

Suga colgó su chaqueta de cuero en el respaldo de la silla, mirando sobre su escritorio sin mucho interés. Una imagen de Tae mientras lo tomaba le llegó de repente. La saboreó a plenitud. Se reunió con Suran detrás del mostrador después de un momento.

—¿Y? ¿Qué es lo que ha pasado?

—Me quedé atrapado en la playa toda la noche. No importa fue algo estúpido.

—¡No! ¿Fue el acosador? Oh, no, Suga. ¿Ya has llamado a la policía?

—Tae fue el que me encontró. Fue a buscarme a casa y me rescató de la maldita playa. Me helé el culo allá afuera. Solo vestía mis jeans.

—No me lo puedo creer. Sólo me alegro de que estés bien. ¿Cuándo es que podrán atrapar a ese tipo?

 —No lo sé, Suran. En verdad no lo sé.

—No estoy tratando de cambiar el tema, ni nada por el estilo, pero ¿has pensado si vendrás a mi fiesta de Halloween?

—Oh, eso… pues...

—¿Por favor? Lo has prometido.

—No recuerdo haberlo hecho. —Se quejó Suga.

—Oh, vamos. Prometo que será divertido. Un montón de gente vendrá. Por lo menos ven por un par de horas. ¿Sí?

Sonrió de medio lado. Sabía que Suran se molestaría si no iba. Era sólo que tenía demasiadas cosas en las que pensar en ese momento.

***********************

Jungkook dejó sus libros en su cuarto cuando regresó de la escuela, buscando comida en la cocina. Su padre llegó a casa media hora después. Separó la vista de su tarea, saludándolo mientras dejaba sus llaves y su chaqueta.

—¿Cómo estás? —Le preguntó Suga.

—Bien.

—¿No hubo problemas en la escuela?

—Ninguno… ¿Papá?

 —¿Sí?

—¿No habías mencionado que nos habían invitado a un fiesta de Halloween?

—Sí. Suran la organizó para el sábado por la noche. ¿Por qué?

—Estaba pensando en que podríamos ir juntos.

—¿En verdad? No tenía pensado ir pero si tú quieres ir, entonces vayamos. Ella se ha puesto muy pesada estas últimas semanas sobre el asunto.

—¿Dónde dijiste que vivía?

—Wilmington.

—No, su dirección.

—¿Para que la quieres? Yo conduciré.

—Oh, umm, solamente pensaba que tal vez uno de mis amigos podría alcanzarnos allá. ¿Crees que le vaya a molestar?

—Debes de estar bromeando. ¿Quieres que nos acompañe uno de tus amigos?

Jungkook asintió, tratando de mantenerse serio bajo el escrutinio de su padre.

—Creo que tengo su dirección en mi agenda. Ya sabes cuál es. Está en mi mesa de noche.

—Genial. Gracias.

Y como si de repente se le hubiera ocurrido, preguntó.

— ¿Qué amigo?

 No queriendo hacerlo sospechar o negarse, Jungkook se encogió de hombros.

—Aún no lo sé.

Suga asintió, dirigiéndose a la cocina para poder empezar a preparar la cena.

Jungkook encontró la agenda donde le había dicho su padre. Antes de dirigirse a su cuarto notó algo en el suelo. Inclinándose más cerca para poder ver qué era ese objeto, vio que era el envoltorio de un condón. Miró rencoroso a su padre a través de la pared, fue hasta su cuarto cerrando la puerta y marcando en su teléfono.

—¿Jen? Tengo la dirección. ¿Vas a ir? Genial.

********************

Había planeado irse a dormir después de cenar. Suga echó un vistazo al cuarto de Jungkook, encontrando a su hijo tocando la guitarra sentado en la cama. Cerró la puerta y se dirigió a su propia habitación. Se sentó en la cama y marcó el número de Tae. Escuchando los timbrazos, Suga vio algo en el suelo. Recogió el envoltorio y lo estrujó en su mano. Cuando le contestó la contestadora Suga le dejó un mensaje.

—Hola, soy yo. Llámame cuando tengas tiempo. —Colgó el teléfono, tirando el envoltorio en el bote de la cocina, debajo de toda la basura, para que Jungkook no lo encontrara.

El teléfono sonó y Suga corrió a su cuarto para poder contestar en la extensión que ahí había para que pudieran hablar en privado. Cuando descolgó vio que Jungkook le había ganado.

—¿Eres el novio de mi papá? —Preguntó Jungkook.

Suga estaba a punto de interrumpir cuando escuchó que Tae le respondía.

—No. Solo un amigo. ¿Está por ahí?

—Aquí estoy. Gracias Jungkook. —Sin ninguna palabra de parte de su hijo, éste colgó—. Lo siento.

—No hay problema. ¿Estás bien? ¿No pasó nada en el trabajo?

 —No. Estaba mortalmente aburrido.

—¿Cuándo podremos vernos de nuevo?

—¿Mañana? Es viernes. Supongo que Jungkook saldrá.

—Bien. ¿Mi casa?

—Sí. ¿Te invito a la cena?

—Como quieras, precioso.

Suga sonrió. Quería que Tae estuviera a su lado. Mientras el silencio crecía, y ambos escuchaban sus respiraciones por el teléfono, Tae dijo.

—También te extraño.

—Maldición, sí que eres bueno. ¿Un adivino quizás? — Suga rió.

—Tal vez. O tal vez solo esperaba que tú estuvieras sintiendo lo mismo.

—Así es. —Suga se acurrucó en la cama con el teléfono en el oído, deseando poder recostarse en el pecho de Tae. Cuando alzó la mirada vio que Jungkook lo miraba receloso desde el umbral de la puerta—. Espera Tae. — Suga cubrió el auricular del teléfono—. ¿Sucede algo?

—No soy un idiota. No tienes por qué mentirme.

—Mierda. Tengo que irme. Tengo que hablar con  Jungkook. Nos vemos mañana, ¿está bien?

—Está bien, hermoso. No dejes que se pase contigo.

—No lo haré. —Suga colgó, encontrándose con la furibunda mirada de su hijo—. Está bien. ¿Quieres saber la verdad?—Le preguntó. Jungkook asintió con los brazos cruzados sobre su pecho—. Perfecto, —comenzó Suga comenzó— un lunático me está acosando. El detective Kim Tae me está ayudando a encontrarlo. Sí, nos gustamos. ¿Entiendes?

—Ya habéis follado.

—¿Por qué dices eso? —Un escalofrío recorrió la piel de Suga.

—Encontré el puto envoltorio del condón. Han follado en esa cama, ¿no es así?

—Jungkook… —Suga lo siguió cuando Jungkook salió. Abrió la puerta del cuarto de su hijo, encontrándolo tirado en la cama—. Sí, hemos follado, si así quieres decirlo. En verdad me gusta Tae.

—Me dan asco.

—¿Qué dijiste? No recuerdo haber criado a un homofóbico.

—Sólo déjame solo.

—¿Jungkook, por qué no podemos hablar de esto con calma? ¿Por qué siempre tiene que acabar en una discusión sin resolver?

—¡Porque eres una zorra! ¿Satisfecho? Mi papa es una zorra que folla con hombres.

—¡No soy una zorra! No te atrevas a volver a decirlo. ¿Te has dado cuenta de que no he salido con nadie desde que tu madre falleció? ¿Sabes cuánto tiempo ha pasado?

—Yo sé cuándo murió mamá. No tienes por qué recordármelo.

—Bien. Y los hombres que salían en esas películas no eran mis parejas. No sé por qué tienes que portarte de esa manera. No he tenido nunca la cantidad de hombres que has de estar imaginándote.

—Sí, claro.

Suga bufó exasperado.

—Nunca puedo ganar contigo.

—Solo déjame en paz.

—Jungkook… —le rogó Suga.

—¡Dije que me dejaras en paz!

Suga salió del cuarto, cerrando la puerta con cuidado. Se sentó en la cama, masajeandose la sien, esperando poder arreglar todo lo antes posible.

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