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sábado, 11 de junio de 2022

CAPITULO 8

 Jungkook se encontró con Jeno mientras guardaba sus libros en el casillero.

 —¿Y?—preguntó Jungkook— ¿de qué vas a disfrazarte para la fiesta de Halloween?

—Ya no iré.

Jungkook vio por encima del hombro de Jeno, a Jimin que estaba recargado en la puerta de su casillero. Le indicó que se acercara cuando éste los vio.

—¿Por qué no irás? —Le preguntó a Jeno.

—Solo creo que será aburrido.

—Eso creí. Me sorprendí cuando supe que querías ir. Veamos si podemos ir a casa de Jimin en la tarde para practicar.

Jeno se encogió de hombros, siguiendo a Jungkook hasta donde estaba Jimin.

******************

Al acercarse la hora de la comida, Suga decidió tomarse un descanso, encerrándose en su oficina. Marcó el teléfono de Tae y se sentó cómodamente en la silla.

—Detective Kim, —dijo Tae al contestar el teléfono.

—Hola detective. —Susurró seductoramente Suga.

 —Hola hermoso. ¿Cómo estás?

—Bien. Solo estaba pensando en nuestros planes de esta noche.

Suga jugueteaba con el cordón del teléfono.

—Lo que sea está bien. —Dijo Tae después de dar un fuerte respiro.

—Conozco un buen restaurante italiano cerca de The Fashion Center.

—Suena bien.

—¿Te encuentras bien? —La voz de Tae sonaba fría.

—Sí. No es nada de lo que tengas que preocuparte. ¿A qué hora nos vemos? ¿Quieres que pase por ti?

—Eso o nos podemos encontrar en el lugar.

—Ok. Ven a mi casa  y de ahí nos vamos. ¿Estás seguro de que no pasa nada malo?

Tae murmuró después de una larga pausa.

—El teniente quiere que lo vea en su oficina. Eso, usualmente, significa malas noticias. Pero no importa. ¿Nos vemos a las cinco treinta?

—Ahí estaré. —Suga colgó, la conversación aun dándole vueltas en la cabeza.

*************************

Tae acomodó unos cuantos papeles antes de levantarse de su silla y abotonarse la chaqueta, el camino por el pasillo era bastante largo. Tocó la puerta con los nudillos, segundos después el teniente lo dejó pasar. Asomó la cabeza preguntando.

—¿Me llamó?

—Siéntate, Taehyung.

Tae obedeció la orden, desabrochándose el botón de la chaqueta nuevamente.

—Acabo de leer este reporte, —dijo el teniente— si no es un crimen hacia la propiedad privada, ¿por qué estás llevando el caso?

—Llegó a mi escritorio como crimen hacia la propiedad privada. Fue hasta que hablé con la víctima que reclasificamos su caso.

—Entonces no deberías de hacerte cargo de él. Mándaselo a los de crimen hacia personas.

—Solo pensé que como ya estaba investigando —el enojo de Tae crecía, haciendo lo imposible para que no se notara.

—Ya no es tu caso. Y también noté que estás invadiendo una jurisdicción que no te pertenece. Lo que pase en Redondo no te corresponde.

—Lo sé. Ya les he mandado copias.

—¿Qué es lo que pasa, Taehyung? ¿Éste, Min, es en verdad un amigo tuyo?

—Lo es. —Tae se sentó derecho, tratando de proyectar confianza.

—¿Min Suga? —Se mofó su teniente—. ¿Esa asquerosa estrella porno de los ochenta?

 Tae podía sentir el calor de su ira subírsele hasta sus mejillas.

—Namjoon, no quiero faltarte al respeto, pero me gustaría poder permanecer en el caso. No quiero que acabe con algún idiota de otro departamento que acabará dejándolo en un lugar sin importancia solo porque no les gusta la víctima.

—¿Por qué habría de pasar eso? —Su teniente se reclinó en el asiento, esperando, como si necesitara que lo convencieran.

—Mira cómo has reaccionado, —explotó Tae, tratando después de calmarse—. Escucha, Namjoon, es solo un maldito caso. Min está en problemas y quiero ayudarlo. Además, nunca nos apegamos mucho a las reglas por aquí. Si algún departamento tiene muchos casos, nos ayudamos mutuamente. No es nada fuera de lo normal.

Al parecer el teniente seguía considerándolo.

Tae decidió hablar honestamente, teniendo en cuenta lo políticamente correcta que era la oficina. Se inclinó sobre el escritorio, como si quisiera hablar en privado en un lugar completamente desierto. Tae dijo la única oración que pensó que nunca sería verdad.

—Es mi amante, Namjoon.

Había tenido que pasar un par de minutos hasta que comprendió su significado, su teniente le respondió en un susurro.

—¿Quieres decir que eres homosexual y que estás saliendo con Min Suga?

—Sí. —Tae se reclinó en su asiento y veía como reaccionaba ante esa noticia.

Después de mover la cabeza lleno de incredulidad, su teniente se mostró completamente avergonzado.

—No tenía la menor idea. Ok. Puedes quedarte con el caso.

 Tae se aguantó las ganas de sonreír. Había funcionado mejor de lo que esperaba.

—Bien. Haz lo que tengas que hacer. Si quieres puedes incluir a Redondo. ¿Quieres que les diga que cooperen?

Se paró, sonriéndole completamente satisfecho a su teniente, Tae dijo.

—Eso no será necesario. Tengo todo cubierto.

—Bien. Avísame si necesitas algo.

—Lo haré Namjoon. Gracias por comprender. —Tae se abotonó la chaqueta y salió de la oficina.

—No hay problema. Solo me alegra estar enterado. Ahora todo tiene sentido.

Tae se detuvo cuando estaba a punto de abrir la puerta, una última cosa que decir.

—Los muchachos no lo saben. Solo quiero que mi vida privada permanezca así.

—Entiendo. Yo no sé nada.

—Gracias, Namjoon. —Tae le sonrió antes de salir. Silbando alegremente camino a su escritorio.

*********************

La noche del viernes por fin había llegado y junto con ella la hora de cerrar en la librería. Suga, encargándose de cerrar cada puerta y ventana. Vio la hora y marcó a su casa. Nadie contestó. Le dejó un mensaje a Jungkook y salió a encontrarse con Suran en la puerta.

—¿Ya está todo cerrado, verdad?

 —Aja. —Dijo Suran subiéndose el cierre de su chaqueta.

Ambos salieron deprisa después de que Suga hubiera puesto la alarma. Puso el seguro, intentó abrir la puerta para asegurarse de que estaba cerrada y se guardó las llaves.

—Listo. Vámonos.

Caminaron juntos hasta el estacionamiento. El viento soplaba más fuerte, acercando las olas a la costa. Las luces de las farolas iluminaban los pocos coches que estaban en el estacionamiento.

—Nos vemos mañana. —Le gritó Suga a Suran una vez que hubo abierto su coche.

—Nos vemos.

Estaba a punto de encender su auto cuando notó algo que estaba debajo del parabrisas. Salió de su automóvil para poder ver qué era ese objeto. El coche de Suran alejándose. Desdobló el papel y el corazón estuvo a punto de dejarle de latir. Era una foto instantánea de la vez en que lo habían dejado en la playa. La foto había sido tomada desde arriba y lo habían iluminado con una literna. Miró a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie extraño. El aparcamiento estaba casi vacío de no ser por un par de compradores que iban hacia sus autos. Se subió en su Camaro, bufando, dejó la foto en el asiento contiguo y encendió el automóvil.

******************

Asegurándose de que aún tenía tiempo, Tae se duchó, poniéndose ropa más casual. Se acercó al espejo para ver si es que no se había dejado alguna área sin rasurar. Se pasó los dedos por el cabello empapado. Se dio un disparo de colonia y ya estaba listo para ver a Suga. Apagó la luz del baño, paseándose por la casa para que todo estuviese en su lugar, se guardó la cartera y las llaves en el bolsillo. Sacó la pistola de donde siempre la guardaba y la puso en un pequeño estuche junto a su cadera. Tomó su placa, identificación y una chaqueta delgada para ocultar a la vista su arma.

Sonó el timbre y los latidos de su corazón se aceleraron, apresurándose a abrir. La sola presencia de Suga parado debajo de la luz de su porche era suficiente para encender la llama de la pasión en Tae.

—Hola, Suga. Adelante. —Dijo Tae.

—Hola, Tae.

Tae se contuvo, mirando la expresión en el rostro de Suga, rozando su largo cabello.

—¿Qué sucede? Sé muy bien que algo ha pasado.

Suga le tendió la instantánea sin decir una palabra.

Tae se sintió enfermo de solo mirarla.

—¿Dónde la has encontrado? ¿La dejaron en la tienda nuevamente? — Preguntó.

—No. La dejaron en mi coche.

—¿Es de cuando te dejaron cogelandote en la playa, no es así? —Preguntó, dejando la fotografía en la mesa.

—Así es.

—¿Quieres sentarte? —Le ofreció Tae—. ¿Puedo ofrecerte algo de beber?

—¿Qué tienes? —Suga  suspiró, quitándose la cazadora de cuero.

 —Tengo bastante de todo. Dime qué quieres.

—¿Escoces?

—Siéntate. Ahora te lo llevo. —Tae estaba tan furioso por el acoso que estaba sufriendo Suga, que podría gritar. Tae se sentó nuevamente con Suga, un vaso en cada mano.

—Si tuvo la cámara esa noche entonces debió de haber tomado una foto mientras me masturbaba. Apuesto a que tiene una mía en mi cama. —Comentó Suga después de darle un sorbo a su vaso.

Tae quería asegurarle de que no era verdad. Quería reconfortar a Suga y decirle que todo estaría bien. Pero al no saber qué era lo que iba a hacer el acosador, no podía tener la confianza de mentirle. Dejó el vaso en la mesita de café y rodeó a Suga con sus brazos.

Suga suspiró aliviado, reposando la cabeza en el hombro de Tae.

—¿Por qué no me deja en paz? ¿Qué demonios hice para merecerme esto?

—Nada. No has hecho absolutamente nada.

Suga dejó su vaso junto al de Tae en la mesita de café, acurrucándose en el pecho de Tae.

—Ya verás. Fotos mías masturbándome serán lo que siga en la lista.

 —Quizás no. —Le respondió Tae, trazando círculos en la espalda de Suga—. Vi a través de la ventana cuando fui a tu rescate. Solo pude ver mi reflejo en el espejo. No puedes ver realmente la cama. Y, sólo estoy suponiendo, si tuviera una foto tan buena como esa, ¿por qué no la puso en tu parabrisas? ¿Eh? Es porque no tenía ninguna. Solo pudo conseguir esa.

Suga intentaba conseguir un poco de calma con esas palabras.

—Puede ser que tengas razón.

—La tengo. —Tae se alejó un poco de él, quitándole el cabello de la cara—. ¿Quieres que nos quedemos en casa? Puedo pedir una pizza.

—¿Te importaría? —Le preguntó Suga, tratando de no decepcionar a Tae.

—En lo absoluto. ¿De qué quieres que la pida?

Le dio un trago más a su escoces, encarando a Tae, viendo que la pistola ahora estaba a un lado de su cadera.

—Lo que sea. No soy muy quisquilloso. Solo que no tenga anchoas.

—Está bien.

Suga se acabó de un trago lo que había en su vaso mientras Tae desaparecía en la puerta de la cocina. La casa tenía cierta calidez que le agradaba. El diminuto recibidor podía sentirse claustrofóbico algunas veces. Obviamente Tae no tenía la playa en la parte trasera de su propiedad. Suga llevó ambos vasos a la cocina. Tae estaba con el teléfono pegado a la oreja con el directorio enfrente de él.

 —Sí, me gustaría que me trajeran una pizza.

Suga sonrió dulcemente, dejando los vasos vacíos en la mesa, cerca del fregadero. Se colocó detrás de Tae y le rodeó la cintura.

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Un par de masculinas manos se hicieron camino desde su torso hasta su entrepierna, haciendo que Tae perdiera el hilo de a conversación.

—Uh… ¿qué? Ah, sí, peperoni, no eso es todo. —Esas manos se volvieron más valientes y desvergonzadas, tocando su erección por encima del pantalón, masajeándolo tiernamente—. ¿Media hora? Sí, está bien. —Tae le agradeció al hombre y colgó. Permaneció inmóvil, disfrutando de las caricias de Suga mientras exploraba su anatomía, cerrando los ojos mientras saboreaba el contacto.

Estaba hambriento de sexo y su erección era muestra de ello. Tae no sabía cuáles eran las intenciones de Suga para el poco tiempo del que disponían hasta que llegara la pizza. Sabía que podían disfrutar de una larga sesión de sexo después de comer, Tae le preguntó en un murmullo.

—¿Qué tan tarde puedes quedarte esta noche? —Sacaba en ese instante la pistola del estuche que estaba junto a su cadera dejándola junto a los vasos.

—¿Hasta las diez? —Respondió Suga, metiendo la mano dentro de los jeans de Tae para poder tocarlo directamente.

 Tae se tensó cuando los dedos de Suga se cerraron en su miembro, podría haberse desmayado de lo intenso que había sido. Era como si Suga poseyera dedos mágicos que hicieran que cada roce pudiera llevarlo al orgasmo.

—Si sigues así voy a venirme en mis pantalones.

Una leve risa le contestó.

Las caricias se volvieron más audaces. Tae bajó la mirada. Las manos de Suga estaban bien dentro de sus vaqueros, viendo que tan resistentes eran. Detrás de él podía sentir a Suga simulando lentas estocadas. La cabeza de Suga reposaba en su cuello, lo suficientemente cerca para que Tae pudiera oír la respiración de Suga y sus gemidos. Echó las caderas hacia atrás para poder encontrarse con las de Suga, disfrutando ese baile de deseo carnal. La presión de caliente miembro de Suga entre sus nalgas, esas manos que lo mantenía al borde de la locura, y la melodiosa voz de Suga susurrándole en el oído era como música para sus oídos.

—Te necesito…—murmuró Suga—. Te necesito…

Una oleada de placer inundó a Tae haciendo que por poco llegara al orgasmo. Se forzó a sí mismo a aguantar, chirriando los dientes, y después relajándose. Dejando caer su cabeza en los hombros de Suga, Tae rozó su mejilla en su largo cabello, ansiando los labios y lengua de Suga, pero esos estaban fuera de su alcance.

La sensación de flotar, de estar a miles de millas lejos del planeta en un perpetuo estado de euforia llenó a Tae. Podría seguir así por horas. A pesar de que no habían cambiado su ritmo, se podía sentir como poco a poco estaban llegando al momento en que se mirarían, se arrancarían la ropa y follarían como perros en celo en el suelo de la cocina.

Tae no tenía la menor idea de cuánto tiempo había pasado, gozando, pero cuando escuchó el timbre de la puerta sonar se decepcionó de que el tiempo pasara demasiado rápido.

********************

Suga sacó sus manos del pantalón de Tae, con un poco de dificultad. Tae intentaba regresar a la realidad, guardándose la camisa en los pantalones y sacando la cartera del bolsillo.

—Ya ni siquiera quiero la puta pizza, sólo quiero follar. —Murmuraba mientras iba a abrir la puerta. Escuchó como Suga estallaba en risas porque lo había escuchado. Tae lo miró, meneando la cabeza, mientras abría la puerta.

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