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sábado, 16 de julio de 2022

CAPITULO 1

El pasado volvía para atormentar a Namjoon. Los recuerdos se agolpaban en su cabeza. Sus hijos estaban jugando fuera de la casa. Su mujer, Carla, se encontraba preparando la cena.

 

Hoy se cumplían diez años. Diez años desde que había arrasado con la manada Kim. Diez años en los que había deseado poder olvidarlo a él, a su verdadero compañero, al que repudió y al que casi mata a sangre fría.

 

Su mente fue años atrás, al día en el que lo conoció, al futuro Alfa de la manada Kim. Jin era un hermoso joven, amable, sincero, y era su compañero destinado.

 

Recordó las sensaciones que sintió cuando lo vio, cuando percibió su olor y cuando tomó su mano entre la suya en su saludo de presentación. Su cuerpo temblaba y una excitación casi imparable se apoderó de él, necesitado de hacer suyo a ese joven, de tenerlo a su lado para siempre.

 

Ellos mantuvieron el secreto, aun eran jóvenes y tenían miedo. Miedo por ser hombres, miedo por ser de distintas clases. Namjoon era un cambiaforma oso, Jin era un cambiaforma lobo. No había antecedentes en donde dos cambiaformas de distintas especies se reclamaran como compañeros. Y menos dos hombres…

 

La torpeza juvenil los hizo cometer una locura y ambos se unieron para toda la vida. Pero su secreta unión torturó a Namjoon desde ese mismo día. Al poco tiempo su padre falleció por una rara enfermedad y Namjoon tuvo que hacerse cargo de su grupo. Él era el líder ahora y debía proporcionar descendientes.

 

Namjoon debía aparearse con una hembra, tener niños y ser el líder que todos esperaban. Su vida con Jin era un imposible, pero el cambiaforma lobo no lo dejaba en paz reclamando su derecho como su pareja.

 

Namjoon se sintió presionado por el lobo durante los siguientes años y evitó tomar una compañera para procrear.

 

Él y Jin se reunían en las noches de luna llena en unas cuevas alejadas de sus hogares. Permanecían juntos esos días, hacían el amor apasionadamente y Namjoon se prometía que esa sería la última vez.

 

Pero siempre había una próxima vez.

 

Y otras más.

 

Hasta que Namjoon, obligado por las presiones de su grupo, tomó a una hembra para aparearse y tener su descendencia y la ira de Jin hizo que ambos hombres se enemistaran.

 

Pero el dolor no se iba, las cicatrices no cerraban.

 

Jin se convirtió en el Alfa de su manada justo antes de que el primer hijo de Namjoon naciera.

 

Jin, desesperado, había secuestrado al hijo de Namjoon desatando la furia y sed de venganza del oso. Namjoon amaba a su hijo con locura y si tenía que matar al que era su compañero destinado, aun sabiendo que moriría con él, lo haría con tal de proteger a su familia.

 

Y entonces fue cuando llevó a todo su grupo hacia la batalla contra la manada Kim. Rescató a su hijo y estuvo a punto de matar a Jin pero, en ese momento, en el instante en el que su garra estaba a punto de destrozar el cuello de su amante que permanecía aún en forma humana, vio en los ojos del lobo una profunda tristeza —el brillo en los ojos verdes y alegres de su lobo se apagaba.

 

No pudo dar el último zarpazo y se alejó con su hijo entre sus brazos.

 

Nadie supo que su hijo estaba involucrado en el asunto, no quería que nadie supiera los verdaderos motivos de las acciones que llevaron a los osos a masacrar la manada Kim.

 

Con el corazón destrozado, Namjoon vivió los siguientes años pensando en cómo habría resultado su vida si hubiera permanecido junto a Jin.

 

Cada vez que la tristeza al sentir su alma perdida y su corazón roto por la separación de su compañero lo embriagaba, miraba a sus hijos y sonreía mientras las lágrimas de dolor recorrían sus mejillas y la angustia por lo perdido ahogaba su pecho.

 

Era desgarrador.

 

Angustiante.

 

Desesperante.

 

Pero él era el líder de su grupo y tenía que ser fuerte. Se lo debía a sus hijos, se lo debía a su gente.

 

Para colmo de males había hecho otro acto repulsivo la misma noche que atacaran a la manada Kim. Cuando Yoongi no pudo hacer lo que él mismo no hizo, lo echó del grupo como si fuera un perro rabioso, lejos y solo. Ese sería otro de los pecados que algún día pensaba poder expiar.

 

¿Qué sería del pobre Yoongi? Sabía que había descargado su furia y su dolor sobre él debido a que el chico era gay y le recordaba todo lo que él no se podía permitir ser.

 

Y la madre de Yoongi le rogó.

 

Y él la golpeó.

 

Nunca había golpeado a una mujer antes, pero Sangmi era una mujer fuerte y siguió en el grupo, imposibilitada de seguir a su hijo, que había sido desterrado y condenado a una vida en soledad.

 

Pero hoy, después de diez años, sus pensamientos estaban en otra parte, en otra persona. Estaban en Jin.

 

¿Dónde estaría ahora? Su propia existencia le decía que él aún vivía.

 

Su alma había sido arrancada de su cuerpo el día en el que se separó definitivamente de su amado Jin.

 

Los dioses lo estaban castigando, por amar a un hombre, por amar a un lobo.

 

**************

 

Jin vagaba por el bosque. Sabía que algunos pocos de su manada habían sobrevivido al ataque de los osos pero no quería ser un Alfa, no quería tener la responsabilidad de decidir sobre la vida de su gente, no de nuevo.

 

Hace diez años había cometido el peor error de su vida.

 

Había secuestrado al hijo de Namjoon. El niño era tan hermoso y Jin lo amó apenas lo tuvo en sus brazos.

 

Nunca fue su intención hacerle daño al niño, pero quería lastimar a Namjoon tanto como él lo había lastimado al darle la espalda a su amor y a la posibilidad de hacer una vida juntos.

 

Y Namjoon arrasó con su manada. Jin lo aceptó y se dejó someter por el oso. Había aceptado su muerte, y esperaba sin oponerse el ser ejecutado por las manos de su compañero.

 

Pero Namjoon no pudo hacerlo.

 

Lo dejó vivir.

 

Con el corazón destrozado y con el cuerpo vacío, sin alma.

 

Ahora estaba solo, en su piel de lobo. Desde ese día no volvió a su forma humana. Se había rehusado a hacerlo, sabiendo que si lo hacía volvería a acosar a Namjoon. Su lobo estaba muy arraigado y ahora sería muy costoso, tanto para el hombre como para la bestia, realizar el cambio.

 

Jin sabía que Taehyung estaba vivo, lo había visto hacer su refugio en las montañas, no muy lejos de donde él se encontraba. Estaba en las cuevas en las que él había hecho el amor tantas veces con Namjoon. Vigilarlo a la distancia era doloroso, pero se sentía en la obligación de hacerlo. Jin ya no era más el Alfa de Taehyung, pero era responsable de su soledad y de su destino.

 

Había dos lobos más que vivían en pareja, Jimin y Taemin habían escapado de la matanza debido a que ellos no se encontraban en la ciudadela cuando sucedió el ataque.

 

El resto murió.

 

Por su culpa.

 

Una culpa que no abandonaría su mente torturada el resto de vida que le quedara.

 

Si no se había dejado morir era debido a que sabía que el día que él muriera, Namjoon moriría con él. Ellos tenían el lazo de compañeros destinados y sabía que si uno moría el otro también lo haría.

 

La noche anterior había seguido a Taehyung. El muchacho parecía enajenado y temió que hiciera una locura. Y entonces pudo ver cómo su propia vida volvía a revivir ante sus ojos. Taehyung había encontrado a su compañero y, como el suyo, era un cambiaforma oso. ¿Cómo podía ser eso? Otra vez el destino había echado sus cartas jugándole una mala pasada a la naturaleza.

 

Ahora podía saber que Taehyung estaba lleno de dolor y angustia, había encontrado a su compañero y lo había perdido.

 

Determinado a que su ya arruinada vida sirviera para algo, Jin decidió que ayudaría a Taehyung a ser feliz. Buscaría al oso y lo haría entrar en razones. Por la felicidad del oso, por la de Taehyung y por encontrar algo de paz en su interior. Paz que había perdido el día que se acopló a Namjoon y tuvieron que ocultar su relación como un sucio secreto.

 

Jin se internó en el bosque, buscando un lugar seguro donde realizar su cambio. Sería doloroso, sería difícil y llevaría demasiado tiempo. Hacía diez años que no abandonaba su piel de lobo y su cuerpo se resistiría a tomar al hombre que aún vivía en lo profundo de su ser.

 

Pero debía intentarlo.

 

Por Taehyung.

 

Por no ver ante sus ojos repetirse sus mismos errores.

 

Necesitaba comunicarse con ellos y para eso debía transitar por el cambio.

 

La luna llena iluminaba todo su camino, era hermosa, grande y majestuosa. El cambio sería aún más doloroso ya que la fuerza de la luna llamaba a su lobo.

 

Jin luchó contra la luna, aulló desesperado por los huesos que se quebraban, los pelos que se retraían, las garras que volvían a ser dedos, el hocico que volvía a ser una boca.

 

Al cabo de una hora de tortura, Jin estaba exhausto pero nuevamente siendo un hombre. Levantó una mano y se asombró de volver a ver sus dedos, volver a ver su piel blanca. Sintió la necesidad de ser abrazado, de que Namjoon estuviera a su lado.

 

Trató de hablar, pero su garganta dolía y lo único que pudo salir de ella fue un grito ahogado y agudo.

 

Por fin pudo dejar escapar la palabra que tenía atragantada desde hacía tanto tiempo:

 

—¡NAMJOON!

 

Dejó salir todo el aire de sus pulmones, apretó sus manos en puños y nuevamente gritó, tratando de exorcizar a Namjoon de su organismo. Pero lo único que consiguió fue arraigarlo más profundo y que su deseo por verlo, por sentirlo, por acariciarlo y hacerle el amor, creciera a cada instante.

 

Sudado, sucio y exhausto, trató de ponerse de pie y hacer funcionar nuevamente sus piernas.

 

Jin se sentía como un bebé recién nacido, tratando de aprender nuevamente a caminar, a hablar, a ser nuevamente un hombre.

 

Arrastrándose llegó hacia el tronco de un árbol y apoyó su espalda en él, jadeando, necesitando volver a su piel de lobo, reclamado por la luna que enloquecía sus sentidos y su atormentada mente.

 

Pero tenía que aguantar, no soportaría el cambio nuevamente. Tenía una misión, encontrar al oso y hacer que aceptara a Taehyung.

 

Jin se incorporó y utilizó toda la fuerza que le quedaba para lograr avanzar unos pasos hasta que cayó al suelo, desvaneciéndose en las profundidades de las tinieblas.

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