El pasado volvía para atormentar a Namjoon. Los recuerdos se agolpaban en su cabeza. Sus hijos estaban jugando fuera de la casa. Su mujer, Carla, se encontraba preparando la cena.
Hoy se cumplían diez años. Diez
años desde que había arrasado con la manada Kim. Diez años en los que había
deseado poder olvidarlo a él, a su verdadero compañero, al que repudió y al que
casi mata a sangre fría.
Su mente fue años atrás, al día en
el que lo conoció, al futuro Alfa de la manada Kim. Jin era un hermoso joven,
amable, sincero, y era su compañero destinado.
Recordó las sensaciones que sintió
cuando lo vio, cuando percibió su olor y cuando tomó su mano entre la suya en
su saludo de presentación. Su cuerpo temblaba y una excitación casi imparable
se apoderó de él, necesitado de hacer suyo a ese joven, de tenerlo a su lado
para siempre.
Ellos mantuvieron el secreto, aun
eran jóvenes y tenían miedo. Miedo por ser hombres, miedo por ser de distintas
clases. Namjoon era un cambiaforma oso, Jin era un cambiaforma lobo. No había
antecedentes en donde dos cambiaformas de distintas especies se reclamaran como
compañeros. Y menos dos hombres…
La torpeza juvenil los hizo
cometer una locura y ambos se unieron para toda la vida. Pero su secreta unión
torturó a Namjoon desde ese mismo día. Al poco tiempo su padre falleció por una
rara enfermedad y Namjoon tuvo que hacerse cargo de su grupo. Él era el líder
ahora y debía proporcionar descendientes.
Namjoon debía aparearse con una
hembra, tener niños y ser el líder que todos esperaban. Su vida con Jin era un
imposible, pero el cambiaforma lobo no lo dejaba en paz reclamando su derecho
como su pareja.
Namjoon se sintió presionado por
el lobo durante los siguientes años y evitó tomar una compañera para procrear.
Él y Jin se reunían en las noches
de luna llena en unas cuevas alejadas de sus hogares. Permanecían juntos esos
días, hacían el amor apasionadamente y Namjoon se prometía que esa sería la
última vez.
Pero siempre había una próxima
vez.
Y otras más.
Hasta que Namjoon, obligado por
las presiones de su grupo, tomó a una hembra para aparearse y tener su
descendencia y la ira de Jin hizo que ambos hombres se enemistaran.
Pero el dolor no se iba, las
cicatrices no cerraban.
Jin se convirtió en el Alfa de su
manada justo antes de que el primer hijo de Namjoon naciera.
Jin, desesperado, había
secuestrado al hijo de Namjoon desatando la furia y sed de venganza del oso. Namjoon
amaba a su hijo con locura y si tenía que matar al que era su compañero
destinado, aun sabiendo que moriría con él, lo haría con tal de proteger a su
familia.
Y entonces fue cuando llevó a todo
su grupo hacia la batalla contra la manada Kim. Rescató a su hijo y estuvo a
punto de matar a Jin pero, en ese momento, en el instante en el que su garra
estaba a punto de destrozar el cuello de su amante que permanecía aún en forma
humana, vio en los ojos del lobo una profunda tristeza —el brillo en los ojos
verdes y alegres de su lobo se apagaba.
No pudo dar el último zarpazo y se
alejó con su hijo entre sus brazos.
Nadie supo que su hijo estaba
involucrado en el asunto, no quería que nadie supiera los verdaderos motivos de
las acciones que llevaron a los osos a masacrar la manada Kim.
Con el corazón destrozado, Namjoon
vivió los siguientes años pensando en cómo habría resultado su vida si hubiera
permanecido junto a Jin.
Cada vez que la tristeza al sentir
su alma perdida y su corazón roto por la separación de su compañero lo
embriagaba, miraba a sus hijos y sonreía mientras las lágrimas de dolor
recorrían sus mejillas y la angustia por lo perdido ahogaba su pecho.
Era desgarrador.
Angustiante.
Desesperante.
Pero él era el líder de su grupo y
tenía que ser fuerte. Se lo debía a sus hijos, se lo debía a su gente.
Para colmo de males había hecho
otro acto repulsivo la misma noche que atacaran a la manada Kim. Cuando Yoongi
no pudo hacer lo que él mismo no hizo, lo echó del grupo como si fuera un perro
rabioso, lejos y solo. Ese sería otro de los pecados que algún día pensaba
poder expiar.
¿Qué sería del pobre Yoongi? Sabía
que había descargado su furia y su dolor sobre él debido a que el chico era gay
y le recordaba todo lo que él no se podía permitir ser.
Y la madre de Yoongi le rogó.
Y él la golpeó.
Nunca había golpeado a una mujer
antes, pero Sangmi era una mujer fuerte y siguió en el grupo, imposibilitada de
seguir a su hijo, que había sido desterrado y condenado a una vida en soledad.
Pero hoy, después de diez años,
sus pensamientos estaban en otra parte, en otra persona. Estaban en Jin.
¿Dónde estaría ahora? Su propia
existencia le decía que él aún vivía.
Su alma había sido arrancada de su
cuerpo el día en el que se separó definitivamente de su amado Jin.
Los dioses lo estaban castigando,
por amar a un hombre, por amar a un lobo.
**************
Jin vagaba por el bosque. Sabía
que algunos pocos de su manada habían sobrevivido al ataque de los osos pero no
quería ser un Alfa, no quería tener la responsabilidad de decidir sobre la vida
de su gente, no de nuevo.
Hace diez años había cometido el
peor error de su vida.
Había secuestrado al hijo de Namjoon.
El niño era tan hermoso y Jin lo amó apenas lo tuvo en sus brazos.
Nunca fue su intención hacerle
daño al niño, pero quería lastimar a Namjoon tanto como él lo había lastimado
al darle la espalda a su amor y a la posibilidad de hacer una vida juntos.
Y Namjoon arrasó con su manada. Jin
lo aceptó y se dejó someter por el oso. Había aceptado su muerte, y esperaba
sin oponerse el ser ejecutado por las manos de su compañero.
Pero Namjoon no pudo hacerlo.
Lo dejó vivir.
Con el corazón destrozado y con el
cuerpo vacío, sin alma.
Ahora estaba solo, en su piel de
lobo. Desde ese día no volvió a su forma humana. Se había rehusado a hacerlo,
sabiendo que si lo hacía volvería a acosar a Namjoon. Su lobo estaba muy
arraigado y ahora sería muy costoso, tanto para el hombre como para la bestia,
realizar el cambio.
Jin sabía que Taehyung estaba
vivo, lo había visto hacer su refugio en las montañas, no muy lejos de donde él
se encontraba. Estaba en las cuevas en las que él había hecho el amor tantas
veces con Namjoon. Vigilarlo a la distancia era doloroso, pero se sentía en la
obligación de hacerlo. Jin ya no era más el Alfa de Taehyung, pero era
responsable de su soledad y de su destino.
Había dos lobos más que vivían en
pareja, Jimin y Taemin habían escapado de la matanza debido a que ellos no se
encontraban en la ciudadela cuando sucedió el ataque.
El resto murió.
Por su culpa.
Una culpa que no abandonaría su
mente torturada el resto de vida que le quedara.
Si no se había dejado morir era
debido a que sabía que el día que él muriera, Namjoon moriría con él. Ellos
tenían el lazo de compañeros destinados y sabía que si uno moría el otro
también lo haría.
La noche anterior había seguido a Taehyung.
El muchacho parecía enajenado y temió que hiciera una locura. Y entonces pudo
ver cómo su propia vida volvía a revivir ante sus ojos. Taehyung había
encontrado a su compañero y, como el suyo, era un cambiaforma oso. ¿Cómo podía
ser eso? Otra vez el destino había echado sus cartas jugándole una mala pasada
a la naturaleza.
Ahora podía saber que Taehyung
estaba lleno de dolor y angustia, había encontrado a su compañero y lo había
perdido.
Determinado a que su ya arruinada
vida sirviera para algo, Jin decidió que ayudaría a Taehyung a ser feliz.
Buscaría al oso y lo haría entrar en razones. Por la felicidad del oso, por la
de Taehyung y por encontrar algo de paz en su interior. Paz que había perdido
el día que se acopló a Namjoon y tuvieron que ocultar su relación como un sucio
secreto.
Jin se internó en el bosque,
buscando un lugar seguro donde realizar su cambio. Sería doloroso, sería
difícil y llevaría demasiado tiempo. Hacía diez años que no abandonaba su piel
de lobo y su cuerpo se resistiría a tomar al hombre que aún vivía en lo
profundo de su ser.
Pero debía intentarlo.
Por Taehyung.
Por no ver ante sus ojos repetirse
sus mismos errores.
Necesitaba comunicarse con ellos y
para eso debía transitar por el cambio.
La luna llena iluminaba todo su
camino, era hermosa, grande y majestuosa. El cambio sería aún más doloroso ya
que la fuerza de la luna llamaba a su lobo.
Jin luchó contra la luna, aulló
desesperado por los huesos que se quebraban, los pelos que se retraían, las
garras que volvían a ser dedos, el hocico que volvía a ser una boca.
Al cabo de una hora de tortura, Jin
estaba exhausto pero nuevamente siendo un hombre. Levantó una mano y se asombró
de volver a ver sus dedos, volver a ver su piel blanca. Sintió la necesidad de
ser abrazado, de que Namjoon estuviera a su lado.
Trató de hablar, pero su garganta
dolía y lo único que pudo salir de ella fue un grito ahogado y agudo.
Por fin pudo dejar escapar la
palabra que tenía atragantada desde hacía tanto tiempo:
—¡NAMJOON!
Dejó salir todo el aire de sus
pulmones, apretó sus manos en puños y nuevamente gritó, tratando de exorcizar a
Namjoon de su organismo. Pero lo único que consiguió fue arraigarlo más
profundo y que su deseo por verlo, por sentirlo, por acariciarlo y hacerle el
amor, creciera a cada instante.
Sudado, sucio y exhausto, trató de
ponerse de pie y hacer funcionar nuevamente sus piernas.
Jin se sentía como un bebé recién
nacido, tratando de aprender nuevamente a caminar, a hablar, a ser nuevamente
un hombre.
Arrastrándose llegó hacia el
tronco de un árbol y apoyó su espalda en él, jadeando, necesitando volver a su
piel de lobo, reclamado por la luna que enloquecía sus sentidos y su
atormentada mente.
Pero tenía que aguantar, no
soportaría el cambio nuevamente. Tenía una misión, encontrar al oso y hacer que
aceptara a Taehyung.
Jin se incorporó y utilizó toda la
fuerza que le quedaba para lograr avanzar unos pasos hasta que cayó al suelo,
desvaneciéndose en las profundidades de las tinieblas.
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