Amanecía. Jin y Namjoon se
despedían de Taehyung Y Yoongi.
El destino los separaba una vez más.
Yoongi y Taehyung se quedaron en
la cabaña, solos. Si bien eran compañeros destinados, ninguno sabía mucho
acerca del otro.
—Bien, tengo trabajo que hacer. En
dos días debo ir al pueblo a entregar un encargo —le dijo Yoongi a Taehyung.
—¿Un encargo? ¿Qué haces?
Taehyung sentía mucha curiosidad
por el hombre con el que pasaría el resto de sus días. Además de que Yoongi era
hermoso y cariñoso, no sabía nada más de él.
—Tallo piezas de madera. ¿Te
gustaría ver mientras trabajo? Puede que te resulte aburrido…
Yoongi no quería separarse de Taehyung
pero tenía que trabajar. ¿Acaso el lobo querría verlo tallar madera? Yoongi
amaba su trabajo, pero tal vez fuera algo aburrido para otros estar viéndolo
dar forma a una simple pieza de madera.
—Sí, me encantaría —dijo Taehyung
casi sin pensar, entusiasmado de ver a Yoongi trabajar. Jamás podría aburrirse
de ver al hermoso hombre. Yoongi sonrió, su corazón acelerado por el entusiasmo
y el brillo de alegría que veía en los hermosos ojos azules de Taehyung.
Ambos se encaminaron a la parte
trasera de la cabaña donde se encontraba un cuartucho pequeño que Yoongi usaba
como taller.
—El lugar es muy precario pero es
útil para lo que lo necesito —se disculpó Yoongi, pero cuando vio que el rostro
de Taehyung se iluminaba ante las piezas de madera ya talladas, supo que su
compañero sólo tenía ojos para su trabajo y no para el entorno poco acogedor
que los envolvía.
Taehyung tomó de la mano a Yoongi,
sonriendo a su compañero, transmitiéndole en ese tierno y cálido toque toda la
admiración que sentía. Yoongi era un artista, de eso no había la menor duda.
—Es maravilloso que pudieras
conseguir trabajar en algo, relacionarte con la gente, ser útil. Yo no he
podido hacer nada de eso —expresó Taehyung con su voz temblorosa. Estaba algo
celoso, desde hacía diez años que él no había podido hacer lo que tanto amaba:
hornear pasteles, galletas, dulces…
—No te preocupes, ya encontrarás
algo en lo que seas bueno y que te guste. Mientras tanto no debes preocuparte
de nada. La paga que recibo es suficiente para ambos.
—¡Pero quiero ayudar! —se quejó Taehyung.
No iba a empezar esta relación siendo un parásito para su compañero. Había
trabajado en la panadería de su familia antes de la fatídica noche del ataque,
pero ¿podría hacer algo así en Albany?
—Y lo harás, cariño —trató de
consolarlo Yoongi.
Taehyung sonrió y se ruborizó ante
la palabra de afecto que su compañero utilizó. Se acercó y le dio a Yoongi un
beso en la mejilla.
—¿Y eso? —preguntó Yoongi con
diversión.
—Nunca nadie me llamó cariño
—confesó Taehyung ruborizándose.
—Será mejor que te acostumbres,
bebé.
Yoongi jaló a Taehyung de la mano
y entraron en el pequeño taller. El oso se sentó en un taburete frente a una
precaria mesa y tomó una pieza de madera que tenía seleccionada para las tallas
que tenía que hacer.
—¿Sabes? —comenzó Yoongi—. Tengo
que tallar una familia de lobos. No sabía cómo hacerlos pero ahora sé
perfectamente cómo.
—¿Sí? ¿Y eso? —preguntó con mucha
curiosidad Taehyung.
—Es que ahora tengo grabado en mi
memoria al lobo más hermoso que he visto, todos y cada uno de los detalles.
—Giró la cabeza y miró fijo a los ojos de Taehyung. Los ojos dorados del oso
parecían quemar a Taehyung y el corazón del lobo dio un vuelco—. Ahora te tengo
a ti.
Yoongi dejó la declaración en el
aire y se puso a trabajar. Taehyung suspiraba, sin poder dejar de ver las manos
diestras de Yoongi trabajar la madera. En poco tiempo la madera tomó la forma
de un hermoso lobo. Taehyung quedó sin aliento, era exactamente su imagen de
lobo.
—Es hermoso —deslizó Taehyung, sin
poder contener la emoción que sentía de que su compañero recordara tan bien su
apariencia de lobo.
—Me alegra que te guste. Cuando termine
este trabajo haré un oso y un lobo acurrucados al pie de un árbol. Quiero hacer
una talla de nosotros dos. ¿Te gustaría eso? —Yoongi dudó antes de continuar y
algo sonrojado agregó—: Me gustaría hacerte ese regalo.
Los ojos de Taehyung se llenaron
con lágrimas, nunca en su vida nadie le mostró tanta ternura, tanto cariño,
tanto amor como el hombre que tenía a su lado. ¿Cómo podía ser que en tan poco
tiempo estuviera tan malditamente enamorado?
—Me encantaría —gimió Taehyung
entre sollozos.
—¿Por qué lloras? ¿Hice algo mal?
—preguntó con temor Yoongi.
Taehyung negó con la cabeza y sin
poder contenerse se abalanzó sobre su oso y lo besó. Rompiendo el beso, lo miró
y le confesó:
—Sólo me has hecho feliz, como
nunca en mi vida lo fui.
—Y tú a mí, bebé. —La sonrisa en
los carnosos y apetecibles labios de Yoongi hicieron que Taehyung quisiera
hacer el amor de nuevo. Nunca tendría demasiado del otro hombre, de eso estaba
más que seguro.
Se abrazaron y se besaron una y
otra vez. Sus besos más hambrientos y con ganas de más. La felicidad los
abrumaba.
—Será mejor que vaya a preparar el
almuerzo —dijo Taehyung separando su boca de la de su oso, sin querer separarse
realmente de su compañero, pero sabiendo que Yoongi tenía que seguir con su
trabajo. Los labios de Yoongi estaban hinchados por los besos y Taehyung se
mordió el labio inferior para reprimir el gemido de necesitada que quería
escapar de su boca.
—Me alegra que cocines tan rico,
yo soy un poco torpe en ese campo —dijo Yoongi algo avergonzado y recordando la
estupenda cena que Taehyung había preparado la noche anterior.
Los pensamientos lujuriosos de Taehyung
se esfumaron cuando el sentimiento de alegría por poder volver a ponerse tras
una cocina y hacer platillos lo envolvió.
—Amo cocinar, y soy muy bueno en
eso. Mis padres tenían una panadería y ayudaba haciendo pasteles, masas,
galletas. Pero mi especialidad son los pasteles.
—Mmm, qué rico. Tal vez puedas
hacer algo de eso. Cuando vayamos al pueblo, ¿no te gustaría preguntar en la
panadería si necesitan a alguien que les ayude?
—¿Crees que me contratarían? Tenía
la esperanza de que hubiera una panadería en Albany, pero no sé qué tan grande
es el pueblo. —El brillo en los ojos de Taehyung le decía a Yoongi que el lobo
estaba feliz. Ahora sabía algo de su compañero, y se juró sostener por siempre
el brillo en esos ojos azules tan impresionantes.
—¿Por qué no te contratarían? Y no
te preocupes, el pueblo es lo suficientemente grande como para que la panadería
pueda vender tus pasteles. —Yoongi guardó silencio por un momento, pensando en
cómo haría para ir y venir a diario al pueblo si Taehyung conseguía el empleo.
Luego, con una sonrisa, agregó—: Ahora veo la necesidad de comprar un vehículo,
caminando tardaríamos unas dos horas en llegar al pueblo y sería muy tedioso ir
y volver a diario. Eso consumiría cuatro horas de nuestro día sólo de viaje,
sin contar con el cansancio que semejante caminata ocasionaría.
—No quiero que gastes tu dinero en
mí, en cosas que no has necesitado hasta mi llegada —se quejó Taehyung no
queriendo ser una carga para Yoongi.
—Taehyung, ya había pensado en
comprar un vehículo y he estado ahorrando para ello. Ahora tengo la excusa
perfecta para hacerlo.
Taehyung suspiró, le dio un último
beso a Yoongi y se fue hacia la cabaña para comenzar a preparar el almuerzo. Su
alegría no podía ser mayor.
******************
Carla estaba recostada en la cama
de hospital. Abrió los ojos, el dolor era muy intenso pero seguía con vida. El
terror se dibujó en su cara y sintió que alguien apretaba una de sus manos.
Carla miró hacia la ventana y vio
a su amigo de la infancia sentado en una silla a su lado, sonriéndole.
—John...
—Carla, no te esfuerces, vas a
ponerte bien.
—¿Mi bebé? —preguntó ella con
desesperación en la voz.
—Ella está bien, no te preocupes.
—John levantó la mano de Carla y depositó en ella un beso suave y lleno de
ternura.
Carla se sonrojó. Sabía que el
médico estaba enamorado de ella, pero no podía alentar ese sentimiento. Estaba
casada con Namjoon y aunque no era feliz en su matrimonio, tenía a sus hijos
que eran su mundo.
—John, no es correcto que hagas
eso. Soy una mujer casada…
John frunció el ceño, estaba harto
de los desplantes de Namjoon y este último episodio había sido lo que derribó
las barreras que lo contenían para no hacer avances sobre Carla.
—Carla, sabes lo que siento por ti
—susurró John ahora peligrosamente cerca de la mujer que yacía en la cama. Ella
miró a su amigo con una súplica silenciosa en sus ojos. John no podía dejar las
cosas como estaban, Carla tenía que quitarse el velo de los ojos. Ahora—.
¿Dónde mierda está tu marido? No lo he visto acá cuidando de ti, de sus hijos.
Nunca ha estado a tu lado cuando más lo has necesitado. ¿Por qué te empeñas en
seguir con ese matrimonio que tanta infelicidad te ha dado?
—No digas eso —lo cortó Carla con
un tono seco y exasperante, ahora su mirada dura y desafiante—. Sabes que me
casé enamorada. Y mis hijos, son todo para mí.
—Sé que te casaste enamorada, pero
¿aún lo amas? — preguntó con esperanza John. Su corazón latía demasiado fuerte
en su pecho, esperaba que Carla le dijera que ya no tenía sentimientos por Namjoon.
¿Podría tener esa suerte?
—No me tortures, por favor. —Ella
lo miró a los ojos, lágrimas de tristeza corriendo por sus mejillas.
John se sintió un miserable por
torturar de esa manera a la pobre mujer después de transitar por una situación
entre la vida y la muerte. Pero ¿cuándo sería el momento? John no tenía idea pero
había estado esperando más de quince años a que fuera el momento de hacer un
movimiento. No esperaría más.
—Carla, no llores. Perdóname. Es
que no puedo soportar que él te trate así. Por favor, divórciate de Namjoon y
cásate conmigo.
—John, ¿qué me propones? —Ella
estaba atónita. John jamás le había hecho una proposición antes. Había
deslizado sutilmente sus sentimientos a lo largo de los años, pero jamás hasta
ahora se había atrevido a ser tan directo.
Pero John había visto a la mujer
casi morir entre sus manos y ahora la resolución de tenerla a su lado estaba
más firme que nunca en su mente y en su corazón. No iba a dejar que Carla se
escapara de él nuevamente. Había sido un cobarde al no decirle a la cara lo que
sentía, sólo dando indirectas. Ahora era momento de hablar claro y sin tapujos.
Y Namjoon se podría ir al mismísimo Infierno.
—Quiero que nos casemos. Esta
propuesta debí habértela hecho hace tiempo. Quiero que seas feliz, que seamos
felices. Eso es lo que deseo y sé que lo podremos lograr, juntos. Si no piensas
en ti, piensa en tus hijos. ¿Crees que están bien viviendo en una familia donde
sus padres no se aman? ¿Piensas que ellos son estúpidos y no se dan cuenta?
—No puedo… —Carla apartó la mirada
de John, ocultando su rostro en la almohada. Ser una mujer despechada no era en
lo que quería convertirse. ¿Qué le quedaría cuando sus hijos crecieran y
formaran sus propias familias? Ciertamente, no veía a Namjoon ser amoroso con
ella en esos días —ahora no lo era.
—No te presionaré más por el
momento. Pero, por favor, piensa en lo que te dije. Siempre estaré esperando
por ti. —John no iba a ceder y Carla empezó a temblar ante la expectativa de
que alguien más se interesara por ella. ¿Podría soñar con un futuro diferente?
¿Acaso tenía derecho de hacerlo?
—No es justo para ti. No puedo
prometerte nada, no puedo darte nada —sollozó Carla sintiendo su corazón
oprimido, con una extraña mezcla de sentimientos de culpa y esperanza. ¿Acaso
podría ser feliz lejos de Namjoon, junto a John que era evidente que la amaba?
¿Se atrevería a dar ese paso y desafiar al líder de su grupo y arriesgarse a
ser repudiada por todos los que la conocían?
—El que no me hayas rechazado es
esperanza suficiente para que siga esperando. Te amo, Carla, y no podría
soportar estar con otra mujer. —John se arriesgó a más y tímidamente le
preguntó—: ¿No sientes nada por mí?
—No me preguntes eso. —Carla no
podía evaluar sus sentimientos hacia John, no ahora. Ella era una mujer casada,
y tenía que repetirse eso una y otra vez para no dejarse llevar como una
adolescente descarriada y sin preocupaciones.
John limpió las lágrimas del
rostro de Carla y sin poder contenerse tomó los labios carnosos y rojos de ella
entre los suyos. El beso fue apasionado y ella se derritió sin poder evitar
corresponder a la pasión de John. Su cuerpo temblaba, nunca en su vida la
habían besado de esa manera. Namjoon era desapasionado y toda la intimidad que
tenían era mecánica, sin ternura o algún sentimiento involucrado en el acto
cuando tenían sexo.
John pasó la lengua por la
comisura de su boca, acarició con sus dedos la mejilla de su cara, limpiando
las lágrimas que aún Carla dejaba escapar de sus ojos. Ella separó sus labios,
entregándose por primera vez a otro hombre que no era Namjoon, necesitando
sentir ternura y amor, sentirse deseada por primera vez en su vida. Porque con Namjoon
jamás se había sentido de esa manera. Era evidente que él no la deseaba, sólo
la había buscado para formar su descendencia. Ella había sido una simple
incubadora para sus hijos, la mujer que cuidaba de la casa y de los niños. ¿Era
eso lo que ella quería para su futuro?
Contradictoriamente a lo que
pensó, la culpa no la golpeó cuando se entregó al beso del médico. John metió
la lengua en la caliente boca de ella, y jugó con su lengua por el interior de
su boca. El hombre estaba en el cielo, por primera vez podía estar de esa
manera con la mujer que había amado toda su vida.
Ella gimió, un poco por lujuria,
un poco por dolor.
Él rompió el beso, el fuego del
deseo llenando sus ojos.
— Te deseo, Carla. No descansaré
hasta que estés en mis brazos.
—John, por favor.
—Shhh, ahora descansa. Haré que te
traigan a tu hija. Y piensa en lo que te he dicho.
John se incorporó de la silla, le
dio un beso en la cabeza a Carla y se fue de la habitación dejando a la mujer
sumida en una total confusión.
***************
Luego de horas de caminar casi sin
descanso, Namjoon y Jin llegaron a la camioneta de Namjoon. El sol estaba en su
punto más alto. Si querían llegar al anochecer debían apresurarse. Y pensar que
a Namjoon le tomó días encontrar a Yoongi… y el oso no estaba tan lejos de
donde había dejado su vehículo.
Subieron a la camioneta y
emprendieron el viaje por la carretera de regreso al hogar de Namjoon.
Jin sentía sus entrañas
retorcerse. El miedo lo carcomía.
Namjoon agarró la mano de Jin,
apretándola con fuerza.
—Amor, relájate. Todo saldrá bien.
«Todo saldrá bien». Esas palabras
retumbaban en la cabeza de Jin, una y otra vez, como si eso fuera posible.
Sabía que nada sería fácil y que las cosas podrían salir muy mal.
En lugar de meterse en la boca del
lobo, Jin se estaba metiendo en la boca del oso. Cerró los ojos y pudo imaginar
las caras de desprecio y horror cuando todos descubrieran la relación que lo
vinculaba con Namjoon. ¿Su oso sería lo suficientemente fuerte para soportar lo
que vendría?
Namjoon condujo todo el resto del
día hacia Bakú sin detenerse y cuando el sol se fundía en el horizonte llegaron
a su casa.
—Ya estamos aquí —dijo Namjoon.
—¿Cómo haremos esto? Tus hijos
estarán en tu casa.
Jin se sentía desorientado y con
terror. Ahora que habían llegado a Bakú sus temores se duplicaron. Tenía miedo.
Era lo suficientemente hombre como para reconocerlo.
—Primero, hasta que aclaremos las
cosas con Carla, te pido que te quedes a mi lado como un amigo. Ella merece ser
la primera en saberlo y que esté preparada para lo que vendrá después.
La mirada herida de Jin atravesó
el corazón de Namjoon. Pero en su interior, Jin sabía que era la única manera
de hacer las cosas aunque no le gustara.
—No te estoy negando. Por favor,
entiende que ella es la madre de mis hijos, se lo debo.
—Lo entiendo, pero eso no hace que
me duela menos.
Los dos hombres salieron del
vehículo y se dirigieron hacia la casa.
Una vez dentro, Namjoon se
sorprendió por el silencio que reinaba. Sus hijos deberían de estar mirando la
televisión o jugando, y no precisamente de forma silenciosa.
—Algo pasó. Hay demasiado silencio
—dijo Namjoon con miedo puro recorriendo su cuerpo. ¿Acaso alguno de sus hijos
estaría herido?
En la cocina había luz y Namjoon
se acercó allí apresuradamente, divisando una sombra sentada ante la mesa.
Cuando entró, la mujer que estaba
de espaldas a ellos habló:
—Hola, Namjoon, te estaba
esperando.
La madre de Yoongi estaba allí,
giró y se enfrentó a los recién llegados, su rostro contraído en una mueca de
dolor y hastío.
—¿Qué haces aquí, Sangmi?
—preguntó Namjoon.
—Cuidando la casa. Carla fue
llevada de urgencia al hospital. Tu hija ha nacido —contestó la mujer
secamente.
—¿Ellas están bien? —Namjoon
preguntó dejándose caer en una de las sillas.
—Sí, pero Carla aún sigue algo
delicada. —Sangmi levantó la vista y se quedó mirando a Jin, su ceño se
contrajo aún más—. ¿Qué hace él aquí?
—Eso es asunto mío. No tengo que
darte explicaciones — contestó fríamente Namjoon.
—Eres igual que tu padre. Mi
hermano era tan terco como tú. —Sangmi suspiró y su rostro se relajó y dirigió
su atención hacia el lobo—. Jin, espero que hayas estado bien en todos estos
años.
—No la pasé bien, créeme —contestó
Jin con clara amargura en su voz.
—¿Por la matanza de tu manada o
por estar lejos de Namjoon? —preguntó Sangmi con una sonrisa pícara en su
rostro.
—¿Cómo…? —apenas pudo decir Namjoon.
—¿Piensas que nadie se dio cuenta?
Namjoon, eres un necio. Tu padre supo lo que tú y Jin sentían, él me lo confió
antes de morir. No te juzgo, has hecho lo que debías o lo que pensaste que
debías hacer. —Sangmi suspiró y dejó caer la bomba que sabía iba a desatar un
infierno en Namjoon, pero era hora de que su sobrino supiera la verdad—. Tu padre
te obligó a ello.
—¡Mi padre no me obligó a nada!
—gritó Namjoon, claramente molesto con su tía, golpeando los puños en la mesa.
Sangmi ni se inmutó, ya estaba
acostumbrada a los arrebatos del líder de los osos, ella no le temía.
—Namjoon, él era mi hermano, lo
amaba, pero también sé que fue el hijo de puta más grande de la historia.
—¿Por qué dices eso? —quiso saber Namjoon.
La pregunta fue dicha más como una orden que como un pedido. Sangmi suspiró
sabiendo que su sobrino era un hombre de pocas pulgas. ¿Para qué dilatar más
las cosas? Era mejor ser clara, concisa y decir todo de una buena vez.
—Porque el muy hijo de puta se
suicidó para forzarte a que tomaras el liderazgo del grupo y te alejaras de Jin.
Namjoon y Jin se quedaron helados
ante la declaración de Sangmi. Namjoon no podía creer que su padre llegara tan
lejos para lograr lo que quería. Había manipulado la vida de Namjoon a su
antojo y él como un estúpido había dejado que lo hiciera. Si antes sabía que
quería a Jin en su vida, ahora más que nunca mantendría al lobo a su lado.
—Qué mal por él, porque Jin y yo
de ahora en más no nos separaremos. Él es mi compañero destinado y fui el
estúpido más grande del mundo al tratarlo como un sucio secreto y hacerlo
sufrir durante tantos años. Pero ya no más, ¡nunca! Ahora, él ocupará el lugar
que siempre debió tener a mi lado, aún a costa de mi jodido liderazgo en el
grupo.
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