La luna, la luna, la luna. Se sentó en la ventana y la
miraba, vibrando suavemente, estaba saliendo. Pronto. Taehyung podía sentirla
batallando en él.
También podía sentir a Yoongi. Su amante estaba durmiendo,
pero el lazo estaba ahí entre ellos, un constante zumbido bajo.
Taehyung no estaba seguro cómo manejaría el estar acoplado
con un lobo pero lo hacía. Y sentía que Yoongi también. Yoongi había dicho eso
en voz alta. Dios, qué viaje. Suavemente encantado consigo mismo, con Yoongi.
No podían ser compañeros, ¿podrían serlo? Era un reto vivir en la ciudad. Yoongi
era un buscador de rocas.
Cazador de rocas.
Eso era malo.
Oyó un alto y chillón bostezo, y se giró para encontrar a Yoongi
mirándolo.
— Hey, gatito.
—Cachorro.
—Sonrió, estirándose perezoTaehyungente—. La luna está saliendo.
—Uh-huh.
Estoy hambriento. Listo para correr. ¿Podrás venir conmigo afuera esta noche?
—¿Afuera?
¿Afuera de aquí? —El miedo que sintió fue inmediato. Innegable. ¿Estaba este
hombre loco?—. No, no puedes salir de aquí, no es seguro.
Esto no era sano.
—¿Qué?
No puede ser tan malo con nosotros dos manteniendo un ojo alrededor. —Yoongi
sonrió completamente a Yoongito.
—No hay
dónde ir, cachorro. Solo cemento y muerte. —Más dientes y garras que un hombre
pudiera batallar.
—No hay
un lugar donde pueda ver la luna, gatito. —La sonrisa estaba desvaneciéndose, Yoongi
pasando de un pie a otro.
Esto nunca iba a funcionar. Tenía que conseguir sacar a Yoongi
de la ciudad, era la primera cosa en la mañana. Si le conseguía a Yoongi un
vuelo de La Guardia suficientemente temprano, su pareja podría estar en casa en
la tarde. Libre. Abrió las cortinas más amplias, la inmensa claraboya de la
ventana en un solo sentido apuntaba hacia el cielo, antes de dirigirse a su
computadora y abrir Travelocity.
— ¿Esto ayuda?.
Yoongi no entendía que no podían estar afuera de ahí y había
más de ellos que inclusive dos que pelearían, esta noche tendrían que estar
adentro.
—Lo
hace. —Pero Yoongi no quería ir hacia la ventana, fue hacia Taehyung y puso sus
manos en los hombros de este—. ¿Qué estás haciendo?
—Conseguirte
el primer vuelo por la mañana a casa, entonces puedes correr. —Dándole a su
compañero lo que era importante y correcto. Necesario.
—Entonces
vienes conmigo, ¿verdad?
Miró arriba, esperando más que respirar, pero no era un
gatito nunca más, no sin trabas y libre de fantasías.
—¿Entonces
podrás encerrarme en una pequeña habitación? Aquí tengo algo más espacio.
Seguridad. No hay habitación para mí allí. No soy de la manada.
Las palabras eran verdad, incluso Yoongi las había dicho. No
pertenecía ahí, no durante la luna. Esa era la forma de las cosas.
—¿Quién
dijo que nosotros tendríamos que ir a las reuniones?—Yoongi apartó su hombro—.
Sé de esa mina en Nevada; tengo un escondrijo ahí. Durante la luna, luce como
un paisaje extraño de extraterrestres.
—Oh. —Se
inclinó hacia el toque, los ojos cruzándose hacia el puro inalterado placer que
era enorme. Vasto. La mayor cosa que incluso había sentido—. Lo haré, Yoongi.
Pero tengo que estar aquí, el día después. Son las últimas semanas de ensayos
para el espectáculo. Después… ¿si tú quieres?
«Por favor quiere. ¿Por favor?» Se lo dijo a si mismo, no
quería que Yoongi lo necesitara pero lo hacía. Tan malamente.
—Por
supuesto que quiero. —Una mano se deslizó bajando entre su espalda y la silla
golpeó ese pequeño lugar.
Se estremeció, el culo se deslizó en la silla de cuero.
— Entonces te alcanzaré. Tengo este compromiso y estoy
libre.
Libre.
Podía tomar su laptop, algunas cosas importantes y dejaría
el resto ir con la propiedad. Infiernos, podía ir y tomar sus ahorros y comprar
algo que necesitaran.
Yoongi había excavado lo más difícil. Dios, esos dedos. Eran
ásperos y callosos aunque gentiles en su piel. Sus nervios estaban zumbando,
sus ojos se cruzaban con pura dicha. «Compañero». Yoongiarañó un poco, solo
estaba en el modo de gato completo, solo como si tuviera su cola.
Sus dedos se acunaron en el teclado. —
Trataré de conseguirte algún lugar libre, cachorro.
—Puede
esperar. —Yoongi se giró en su silla, manos deslizándose arriba hacia sus
hombros.
Levantó la vista, ojos arrastrándose por ese bello y
ondulado vientre.
—Ella
casi está aquí, bebé. Vamos a jugar, ¿huh?
—Jugar.
—Se inclinó hacia delante y dejó que su lengua se arremolinara en el estómago
de Yoongi.
—Uh-huh,
podemos jugar damas. Mantenerse alejado. —Yoongi danzaba de vuelta. Su polla
levantándose.
—Mmmm.
Cacería. —Acecho. Su juego favorito. Se deslizó fuera de la silla, torciendo de
nariz—. Mejor escóndete, cachorro.
Yoongi hizo un descanso para ello, desgarrando en torno
haciendo volar plumas y lentejuelas. Entonces pareció solo desaparecer.
Taehyung rodó suavemente, su boca abierta mientras olía el
aire. Su guarida. Su historia. Su compañero. Se arrodilló bajo, casi pudo sentir
su cola balanceándose.
Yoongi estaba ahí. Podía sentirlo más que oír la respiración
del hombre. Todavía como hombre. Si.
Se deslizó hacia un lado, entonces se levantó en un salto,
sus músculos tensándose y aflojándose mientras aterrizaba en el alférez que
miraban hacia el apartamento. Buscaba cuidadosamente, observando los
movimientos. Yoongi se había asegurado de mantenerse a si mismo alejado. Las
plumas y las burbujas se arremolinaban solo fuera de su foco mientras
escaneaba. Sofá. No. Estantería. No. Mesa. No.
Ahí. Deslizándose fuera por debajo de la cama. Se agachó,
saltó peleando por hacerlo sobre la cama. Taehyung aterrizó sobre la cadera
izquierda de Yoongi, solo mientras su compañero trataba de girarse y deslizarse
fuera de él.
Agarró a Yoongi y atrapó fuertemente, mordisqueando un
hombro.
—Te tengo.
—Mmmm. —Yoongi
divagó, feliz haciendo un ruido—. Ahora, ¿qué vas a hacer?
—Reclamarte.
—Un mordisco un poco más duro, jugando.
—Todo
tuyo. —Estuvo un poco gruñón y serio ahí.
—Sabes
cómo joder esto, ¿verdad? —Mordiendo de nuevo, odiaba preguntar, pero tenía que
hacerlo.
Yoongi lo miró directo a los ojos.
—¿Por qué piensas que te odiaba tanto cuando eras niño,
gatito? —Sabía que volvería a ello.
Ronroneó... no podía, no con Yoongi mirándolo, esperándolo.
Se inclinó, marcando su esencia en la mandíbula de Yoongi. Suyo. Los dedos de Yoongi
se deslizaron a lo largo de su mandíbula, tocando su mejilla, sus orejas. Si.
Suyo. Sus ojos se cruzaron un poco, sus manos revoloteaban, incapaz de decidir
dónde jodidos tocar, explorar. Yoongi lo besó, girando un poco su cabeza para
conseguir mayor agarre. Entonces todo encajó.
Rodaron juntos, cuerpos golpeando el suelo acolchado contra
los muebles acolchados. Sólido y caliente por encima de él, por debajo de él,
por todos sitios. Yoongi lo sentía correcto. Era una locura pero no le
importaba. Tan pronto como la luna se acabara y también los ensayos, podrían
encontrar un lugar juntos.
Dejarían esa mierda atrás.
—¿Estás
seguro que no puedes venir conmigo, gatito? —Yoongi se movía de un pie a otro,
realmente no esperaba marcharse.
Taehyung lo besó en la esquina de su boca, con el toque de
una pluma ligera.
—Tengo que finalizar un espectáculo, cobrar mi paga, entonces
iré contigo y manejaremos las cosas.
—De
acuerdo. —Algo lo estaba regañando, algo que era persistente, pero Yoongi lo
ignoró—. Hay una mina de Termalita en California. La examinaré en algunos días.
—Mmm.
Destellos. —Taehyung gruñó suavemente—. Era más fácil márchate cuando nosotros
peleamos.
—Definitivamente.
—Yoongi sabía que solo debería irse. Lo hacía más fácil. Solo que no parecía
querer hacerlo.
—Podría
llamarte perro sarnoso, si quieres.
—Solo no
me patees de nuevo. Casi me he recuperado de la última paliza. —Le guiñó un
ojo, entonces renunció y llegó hasta Taehyung, besando al hombre duramente—.
Llámame si necesitas algo. ¿De acuerdo? Puede que no tenga cobertura de
servicio en la mina pero revisaré mi teléfono un par de veces en el día.
—Te
llamaré. Tienes mi palabra. —Taehyung se presionó más cerca—. Esto es tonto,
estamos siendo ridículos. Es solo una jodida semana. Hemos estado apartados
durante años.
Sep, pero no tenían que haber dejado que el lazo se
complementara entre ellos, no haberlo dejado vivir. Todavía tenía que irse. Lo
tenía o no lo haría y la ciudad estaba succionando su alma lejos. Yoongi suspiró
y lo dijo antes de poder pensarlo.
—Te amo.
—Lo sé.
Vete. Odias estar aquí. —Taehyung hizo una mueca, pasando su esencia una vez
más por él, luego lo empujó hacia la puerta.
—Eres un
cretino, gatito.
—Lo sé
—dijo. Como si el hombre fuera Han Solo y Yoongi fuera una princesa o algo. Yoongi
se fue convenciéndose que tenía que hacerlo. Empujó su teléfono fuera para
llamar a su madre mientras bajaba el ascensor, maldiciendo cuando no consiguió
señal hasta que llegó a la calle.
Su voz estaba como áspera, aunque tan pronto como oyó “chico
pequeño” se relajó.
—Hey,
tú. He vuelto al estado. Me estoy dirigiendo hacia la mina de Dolomita.
—¿Estás
bien?
Se agachó por un grupo desagradable de personas. Dios, ¿cómo
podía Taehyung vivir ahí? Se imaginó que era el precio que Taehyung pagaba por
un ático de lujo.
—Estoy
bien. Taehyung consiguió sacarme de ahí antes de la luna.
—Es una
buena noticia. Siempre ha sido un tipo decente.
—Sep.
—Quería decirle acerca de Taehyung pero decidió esperar y hacerlo en persona.
Tenía suficiente con Hoseok y su chica.
—Aunque
estás bien, ¿volverás dónde sea seguro para la noche?
—Oh. Lo
haré en la mina. Estaré bien. —Lo estaría. Era bueno estar en los EEUU. Había
hecho agujeros con pernos en todos los lados. Era un lugar como Afganistán que
le dio problemas cuando lo pusieron en la cárcel…
—Bien,
te quiero, hijo. Me alegro que estés en casa. Estaba preocupada. —Ese era su
trabajo. Ella era una mamá después de todo.
—Te amo.
Sé que Hoseok llamará a Taehyung, ¿lo hará? Necesitan hablar.
—Seguramente
lo hará. —Su voz lo hacía sonreír casi tanto como el vehículo que estacionaba
cerca de él en la calle. El conductor de Taehyung salió del vehículo.
Su gatito le había enviado su vehículo.
Tenía que ser amor.
—De
acuerdo, mamá. Te llamaré desde la mina. Tengo que irme.
—Ten
cuidado, hijo.
—Lo
tendré. Te veré pronto.
Se inclinó hacia atrás. Cerró sus ojos. Esto era ridículo.
Y necesitaba estar de vuelta pronto.
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