Jin y Namjoon caminaban en silencio de regreso a la cabaña de Yoongi. Ninguno de los dos hablaba, sumergidos en sus pensamientos, en las decisiones difíciles que tenían que tomar.
Ambos sabían que no podían vivir
más el uno sin el otro. Habían pasado muchos años separados, sin permitirse
vivir como lo que eran, compañeros destinados.
Namjoon pensó en Carla, en sus
hijos y en el bebé por nacer. ¿Cómo podría decirle a Carla que la había usado
para procrear, para que crie a sus cachorros, que jamás la había amado? Se
sentía un villano, un desalmado. Pero Jin había sufrido por él, mucho más que
cualquier otro. Y en verdad jamás le había mentido a Carla, nunca la había
dicho que la amaba, aunque pensó que ella había asumido que así era.
Namjoon quería permitirse ser
feliz, ¿eso era tan malo? No sabía cómo iba a enfrentar a su familia, a su
gente; pero lo haría. Por Jin, por él mismo.
De pie, ante la puerta de la
cabaña, Namjoon tomó de la mano a Jin y le dijo:
—No sé cómo lo haremos, pero nunca
más estaremos separados. No te negaré, no te esconderé como mi sucio secreto.
Viviremos juntos como lo que somos: compañeros destinados. Espero que quieras a
mis hijos, porque ellos no están en juego, sin ellos en la ecuación no hay
trato.
Jin se dio la vuelta, miró a Namjoon
a los ojos. La expresión en sus ojos verdes era confusa. ¿Alegría?,
¿decepción?, ¿tristeza? Namjoon no podía decirlo con certeza, pero las palabras
de Jin aclararon todas las dudas que aún tenía.
—Nunca te pediría que abandones a
tu familia. No tengo hijos pero amaré a los tuyos como si fueran míos. Lo juro.
—Hizo una pausa, sopesando su siguiente pregunta, la que lo tenía loco desde
que la esperanza nació nuevamente en su corazón—. ¿Qué pasará con tu esposa?
Está a punto de dar a luz otro de tus hijos, ¿la dejarás?
Namjoon esbozó una mueca, sabiendo
que tenía que enfrentarse a la verdad y que no sería para nada fácil hacerlo.
—Si me permito más excusas, jamás
estaremos juntos. Aunque no viviremos más bajo el mismo techo, cuidaré de ella
así como lo haré de mis hijos. ¿Eso estaría bien para ti?
—Si no lo hicieras no serías el
hombre del que me enamoré. Namjoon, ¿esto es un sueño?
Jin no podía creer las palabras de
Namjoon, aquellas en las que le decía que dejaría a la mujer que lo había
arrebatado de alguna manera de su lado. ¿Podría ser que las cosas resultaran
tan sencillas como parecían ser?
—No es un sueño, amor, esto es una
realidad. —Namjoon tomó el rostro de Jin entre sus manos y lo besó con ternura
y emoción. Aun no podía creer poder saborear esos labios nuevamente, tener al
hombre con el que nunca había podido dejar de pensar entre sus brazos, ¿hacerle
el amor? Ante ese pensamiento, el corazón de Namjoon retumbó en su pecho, feroz
y en carrera por la lujuria que se había desatado en su interior, como si una
puerta sellada hace muchos años hubiera sido derribada para dejar salir fuera
todo lo que había reprimido. Sus recuerdos, sus sentimientos, sus anhelos…
—Tengo miedo —Jin temblaba, tenía
miedo de entregarse por completo nuevamente a Namjoon y que éste lo dejara
nuevamente a su suerte. Sabía que no podría sobrevivir a algo así otra vez.
Namjoon jaló a Jin a sus brazos,
apretó el cuerpo delgado del lobo, muy fuerte, un abrazo necesitado.
—Te amo, no te volveré a dejar.
¿Puedes creerme? Sé que te resultará difícil confiar en mí, pero te aseguro que
soy serio. —Namjoon se perdió en los ojos de Jin y sin esperar la respuesta del
otro hombre besó sus labios nuevamente, ahora arrasándolo, tomando lo que era
suyo. Quería esos labios, pero también quería saborear la piel de Jin, su
aliento, su calor, lo quería todo de él.
Torpemente entraron a la cabaña y Namjoon
arrastró a Jin hacia la cama. Habían pasado años desde la última vez que
hicieron el amor y necesitaba sentirse vivo de nuevo, tocando a su hombre,
saboreándolo, vibrando en su interior.
Namjoon se colocó sobre el cuerpo
de Jin y movió la boca sobre la de él, profundizando el beso, mientras una
especie de fiebre le encendía un fuego lento en el vientre.
Tanteó la camiseta y cuando
encontró el dobladillo la jaló como pudo sobre la cabeza de Jin, quería
desnudarlo, sentir su suave piel rozando la suya.
Se sacó su propia camiseta. Ya
habían volado los zapatos de ambos y solo quedaban sus pantalones, pero eso fue
remediado en pocos segundos.
Ambos ahora estaban completamente
desnudos, anhelantes y llenos de lujuria y deseo, consumiéndolos.
Namjoon se sentía como la primera
vez cuando se acoplaron como compañeros para toda la vida, torpe y necesitado,
sin saber bien por dónde empezar.
Jin sabía que una vez que se
entregara a Namjoon, el fuego que nacía nuevamente, avivado por sus deseos y
necesidades, no podría ser apagado fácilmente. Namjoon había utilizado su
propia debilidad contra él para tenerlo de vuelta, y ahora lo estaba seduciendo.
El oso deseaba el caliente placer de su boca, la sensación de su duro cuerpo
contra el suyo y la fuerza de sus brazos. Anhelaba su sabor y su textura, pero
sobre todo, necesitaba quitar el dolor de sus ojos y borrarlo de su mente.
Namjoon le pasó la mano sobre el
torso y cada músculo onduló bajo su palma. Las puntas de sus dedos se sentían
duras y callosas, una extraña caricia áspera que envió temblores de excitación
por la columna de Jin y hormigueó hasta su ingle. Él le besó la garganta, el
hombro, y luego cubrió uno de sus pezones con la boca, succionando fuertemente.
Jin dejó escapar un gemido,
sintiéndose nuevamente amado, deseado, hermoso. Se estaba ahogando en las
sensaciones de la boca de Namjoon sobre su pezón, de sus manos sobre su cuerpo,
que lo quemaban como fuego.
—Jin, relájate. No te haré daño.
He soñado con tu piel, con tus labios, con tu aroma durante tanto tiempo que me
parece increíble poder tocarte, saborearte, olerte, sentirte — Namjoon susurró
apretando los dientes, entre gemidos de deseo y anticipación.
Namjoon tomó su premio otra vez en
la boca. Cada terminación nerviosa del cuerpo de Jin parecía sensibilizada
mientras la boca de Namjoon viajaba más abajo por su estómago y su lengua se
arremolinaba sobre el ombligo.
Jin se arqueó, dejando escapar un
leve grito gutural.
Estaba tan excitado que podría
explotar en cualquier momento.
Namjoon levantó la cabeza y miró
fijo a su amante, sus ojos cerrados, su boca entreabierta, su cara relajada.
Era la vista más perfecta y hermosa que había tenido en su vida. Sonrió y luego
tomó entre sus labios la dura erección de Jin.
Las gotas del pre-semen eran pura
ambrosía. Necesitaba más. Succionó duro y masajeó las bolas acompañando sus
lamidas y chupadas.
Jin movía su cabeza de un lado al
otro en la cama, tomando las sábanas con sus manos, jalándolas, tratando de
contener sus gemidos.
Namjoon liberó el eje de Jin y
levantó su cadera para tener un mejor acceso a su entrada. Estaba rosa,
palpitante, abriéndose lujuriosamente para él. Sin pensarlo, Namjoon chupó,
dejando mucha saliva allí, lubricando el glorioso pasaje, preparando a su
amante para su unión. Sin poder resistirse más, lubricó con su saliva su polla
y se introdujo lentamente dentro de Jin.
Ambos estaban en el cielo. Las
sensaciones vividas volvieron a su mente, replicadas y multiplicadas por los
años de abandono y dolor.
Jin lloraba, el placer era
demasiado. Creyó haber gritado, ya no lo sabía. Quizá ningún sonido surgió
realmente, pero el chillido de placer estaba encerrado firmemente en su mente,
tratando de escapar y hacerle saber al mundo entero que esta vez nadie lo
separaría de su hombre. Namjoon era nuevamente suyo.
Entonces Namjoon gruñó algo, el
sonido vibró a través del cuerpo de Jin. Se agarró a sus hombros, intentando estabilizarse
cuando estaba al borde de desvanecerse, mientras una ola tras otra de puro
placer lo consumía. El estómago se le tensó, los músculos se endurecieron y la
tensión se extendió con un calor creciente hacia sus bolas. Luego, chorro tras
chorro de blanco esperma salió de su polla, liberando un intenso placer que
envió a Jin a la deriva.
Namjoon lo siguió apenas los
músculos de Jin aprisionaron su dura carne y lo ordeñaron, temblando, jadeando
y sudando por el intenso placer que estaba sintiendo.
Los caninos de Jin bajaron, se
incorporó y mordió a Namjoon, reclamándolo nuevamente.
El oso gruñó, lágrimas corrían por
sus mejillas, mientas se vaciaba completamente dentro de su compañero.
—¡MIO! —gritó Namjoon mientras
abrazaba a Jin sin querer soltarlo nunca más en su vida.
—¡MIO! —gritó Jin en respuesta.
El acto había sido salvaje, rudo,
casi animal, pero a la vez lleno de amor y posesión.
Abrazados y exhaustos, se
durmieron por primera vez en años con sus corazones reconstruidos y con la
esperanza que nacía en sus mentes y sus almas, hacia un futuro juntos.
Amanecía, Jin y Namjoon estaban
abrazados, sintiendo la calidez del cuerpo amado.
Sus almas habían vuelto a
entrelazarse, aún más firmes que antes. El lazo era fuerte, indestructible.
Solo la muerte podría romperlo y al hacerlo mataría a ambos compañeros.
Jin gimió entre sueños,
atormentado por la culpa de la matanza de hace diez años, por los niños, por
las familias sacrificadas, por sus celos y su obsesión por Namjoon. Sabía que
no merecía ser feliz, que su pecado nunca sería expiado.
Jin había pecado.
Debía pagar.
Con su vida.
Pero si acababa con ella se
llevaría a su compañero con él. Debía alejarse nuevamente pero ¿podría?
Sentimientos mezclados atacaron su
corazón, su mente divagaba en sus pesadillas, sus fantasmas y miedos lo
acechaban.
Namjoon lo abrazó fuerte,
brindándole el confort que no se había permitido tener desde hace más de diez
años.
Jin necesitaba ser egoísta, pero
los recuerdos eran muy dolorosos. ¿Cómo podría vivir entre los que habían
destruido a su gente? ¿Cómo enfrentaría a Taehyung y a los otros lobos que
habían sobrevivido? No sabía si tendría la fuerza para hacerlo. ¿Lo
repudiarían? Deberían, Jin se lo merecía.
Sintió la calidez de un suave
aliento, el olor a miel y bosque, suaves caricias vagaban por su cuerpo.
¿Qué había hecho? Sollozó,
tratando de perderse en el sueño, entregándose a las tinieblas que lo
atormentaban.
Namjoon lo sacudió, despertándolo
y trayéndolo a la realidad que golpeó su cara.
—Amor, ¿qué pasa? ¿Has tenido una
pesadilla? — preguntó dulcemente Namjoon.
Jin se abrazó al oso, respirando
profundamente su aroma, inundando su cerebro con la esencia de su compañero,
queriendo memorizar nuevamente todo acerca del hombre que amaba. Se engañaba,
porque ya lo conocía de memoria, cada minúsculo detalle.
—Namjoon, ¿cómo podré vivir con la
culpa? No sé si pueda vivir entre los osos. Cada vez que los vea veré a uno de
los míos asesinado por sus manos. No creo poder vivir entre los tuyos. No me
pidas enfrentarme a ellos.
Namjoon trató de calmar a Jin,
frotando la espalda del lobo con las manos, tratando de darle confort.
—Cálmate. Nadie te hará daño.
Relájate, cariño. Estás a salvo conmigo.
—¿Calmarme? ¿Cuando fui yo el que
provocó el exterminio de mi manada? ¿Cuando fui yo el que permitió que familias
enteras perecieran? ¿Cuándo les fallé como líder?
Jin estaba tenso y exhausto por
tratar infructuosamente de recuperarse ante la culpa y el dolor. Él no merecía
ser feliz, no después de lo que sus celos y su posesividad habían provocado.
—Sé que es duro. La culpa también
me atormenta, escucho todas las noches los gritos de terror y las súplicas por
compasión. Eso pesa en mi corazón también. Si alguien es culpable de esa
matanza, ese soy yo. Por repudiarte, por esconderte, por quererlo todo y sin
tener que darte nada.
—Namjoon, ¿qué vamos a hacer? —Jin
se derrumbó, por primera vez se permitió ser débil y dejar las decisiones en
manos de otro. Necesitaba paz, urgentemente.
Namjoon suspiró, sin saber qué más
decirle a Jin para que entendiera que ya no se separarían. Las palabras no
estaban funcionando, tendría que mostrarle que era serio en sus palabras con
hechos.
—Ya te lo dije, viviremos juntos.
No permitiré que nadie ni nada nos separe. Yo cuidaré de ti. Por favor, confía
en mí. Sé que te he defraudado en el pasado y más de una vez, pero ahora te juro
por lo más sagrado que será todo diferente.
Jin se separó de su compañero
bloqueando sus ojos con los de él, escudriñando en su alma.
—Namjoon, ni siquiera puedo
atreverme a ver a los ojos a Taehyung. No sé si él querrá vivir entre los osos.
No sé cómo se sentirá luego de todos estos años de abandono, de soledad y de
amargura. Espero que el que Yoongi sea su compañero y que estén juntos le dé
algo de la felicidad que le hemos quitado.
Namjoon cerró los ojos, dejando
caer una lágrima solitaria. Pestañeó y miró de nuevo a Jin. El pasado no podía
ser borrado, pero podían hacer lo posible para construir un futuro mejor.
¿Podrían?
—Lo lamento, ustedes son los
únicos sobrevivientes. Debe ser duro para ambos.
—No. Hay dos más —confesó Jin
haciendo que Namjoon se sobresaltara.
—¿Cómo? ¿Pudieron huir?
Jin se apresuró a aclarar sus
palabras.
—No. Ellos no estaban allí cuando
sucedió. Estaban en una misión fuera de la ciudadela. Ahora viven en una casa
al otro lado de la colina, opuesta a donde está Taehyung. Aún no sé cómo nunca
se han cruzado. Pero no me atrevo a ir a verlos.
Namjoon se sentía demasiado
confuso. Jamás pensó que Jin pudiera sentir vergüenza, o ser indeciso, o
mostrar algún signo de debilidad. El Jin que él conocía era fuerte, arrogante,
avasallador, seguro de sí mismo.
—¿Por qué? Son tu gente. Ellos
estarán felices de saber que ustedes dos están vivos.
Jin no sabía cómo expresar sus
sentimientos. Pero, una vez más, los lobos y los osos viven de maneras
diferentes. Los lobos son unidos, fieles a su líder y seguidores de las órdenes
de éste aunque fueran en contra de sus propios pensamientos. Los osos seguían a
su líder pero no ciegamente, no los unía la comunión de una manada, de una sola
alma cuando estaban en comunidad. Tal vez, el querer explicarle a Namjoon esto
era un caso perdido.
—¿Cómo te sentirías si fueras un
lobo y tu Alfa hubiera permitido que mataran a tu gente? No entiendes los
sentimientos de un lobo, nunca los comprenderás. Ustedes los osos no tienen el
sentido de pertenencia a un grupo como nosotros. Ustedes podrían vivir solos
sin problemas. Los lobos no estamos hechos para la soledad. No puedes entender
cómo fueron estos años para Taehyung y para mí. Taemin y Jimin por lo menos
están juntos. Ellos son compañeros destinados también.
—Sé que no puedo sentir lo mismo
que ustedes pero trata de darle más crédito a tu gente. ¿No crees que ellos
tengan el derecho a decidir por ellos mismos?
Namjoon estaba intentando
comprender, con todas sus fuerzas, pero Jin tenía razón, los lobos y los osos
eran diferentes.
—Creo que tienes razón, en parte.
Pero tengo tanto miedo… —Jin se abrazó a Namjoon, hundiendo su cabeza en el
pecho de su amante, relajándose en el calor que lo envolvía.
—No temas, amor. No te dejaré
solo. De ahora en más haremos las cosas juntos. Será mejor que nos levantemos y
arreglemos este desorden. Yoongi y Taehyung regresarán en cualquier momento.
—Sí, tienes razón. Pero se siente
tan bien volver a estar entre tus brazos. Te amo tanto —Jin susurró y besó la
boca de Namjoon. Un beso suave y lleno de amor.
Se quedaron así por un momento y
luego, sin quererlo realmente, se levantaron y se vistieron. Tenían mucho que
decidir, mucho que hacer y solucionar.
Tenían toda la vida para amarse,
acariciarse y estar juntos. Ahora debían empezar a reconstruir la vida de aquellos
que amaban y que habían destruido con su egoísmo y malas decisiones.
Su viaje recién comenzaba.
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