Yoongi se preguntaba, no por primera vez, por qué había
dejado a su amigo Jimin hablarle de este viaje. Habían estado buscando lapisu y
el plan de viaje se había convenido con el apartamento de estado diciéndoles
que iban a Uzbekistan, tarde en la madrugada cruzaron hasta Afganistán,
viajando ligero. Viajaban como lobos.
El área al que se estaban dirigiendo tenía lobos nativos por
lo que no podían estar afuera, Jimin les había dicho. Allí estaba ese chico,
Fahran, quien podía esconder ropa y herramientas para ellos, Jimin también les
había dicho.
Dios, era un idiota.
Era un idiota porque había estado corriendo de Taehyung o
del último recuerdo de la cara de Taehyung que había estado por resolver cuando
puso a Yoongi en el vehículo y lo envió por su camino. Su compañero, y había
puesto esa mirada en el rostro de Taehyung.
Infiernos, quizás merecía todas las cosas que tenía.
El cañón de un rifle presionaba contra su hígado
apuñalándolo, empujándolo hacia delante. Él y Jimin habían conseguido un alijo
de ropa, herramientas y papeles, conseguido un Jeep de segunda mano e
internándose en las montanas.
Solo se habían detenido en el primer puesto de seguridad y
trataron de pasar a través de él.
Fueron empujados en una celda, un lugar sucio y gris y
pegajoso que olía a cigarrillos y desesperación. Tanto como una unidad
diplomática de contención, como les habían dicho que iban.
—¡Hey!
Hey. No puedes hacernos eso. Tenemos papeles.
Jimin golpeó los barrotes con una mano, resoplando.
El exterior del área de la puerta de la celda sonó al
cerrarse y Yoongi giró su cabeza para mirar a su amigo.
—Buenos papeles. No te preocupes acerca de presentar un plan
actual.
—Oh,
cállate. —Jimin se dejó caer al suelo después de examinar el simple catre y
arrugó su nariz—. Bien, conseguimos que nos atrapen pero solo espera a que se
giren y nos den las espaldas y nos largarnos como lobos.
Yoongi levantó sus manos, como mostrándole la evidencia de
la remoción reciente de esposas.
—Es duro de hacer cuando nadie gira sus espaldas.
—Sep. —Jimin
descansó su barbilla en las rodillas, luciendo totalmente cachorro como si
fuera muy gracioso para un tipo grande con músculos de minero y peludo.
—¿Cuándo
es la luna? —Todavía no podía sentirla, pero sabía que estaba en camino.
Pensaba seguirla en el reloj, había puesto el de Jimin en el alijo que ellos
les habían confiscado cuando los pararon para revisarlos.
—No lo
sé, hombre, estoy girando alrededor del tiempo. Jet- Lag.
—Eres un
dolor en el culo, también.
—Oh,
jódete, hombre. Si estamos aquí durante la luna, la jodimos.
—¿Piensas
que no sé eso? —Yoongi paseaba, mirando hacia la ventana, que era alta y
estrecha y cubierta con más barrotes que una joyería de Los Angeles—. ¿Podrás
conseguir algún contacto importante aquí en este lugar?
—No. —Jimin
le dio una sonrisa triste—. Los mineros son todos desagradables. ¿Y tú?
—Mierda,
no. No conozco a nadie rico y famoso.
De acuerdo, eso no era cierto. Podía no conocer a nadie en
Asia, pero sabía de alguien que tenía un asombroso número de altos conocidos.
No estaba seguro de tener un número fiable de Taehyung.
—¿Tienes
algo de dinero? —Lo había metido en sus botas que también habían desaparecido. Jimin
era más astuto que él, pensó, y podía tener algo en la ropa que ellos les
habían dejado.
—¿Cuánto
necesitas?
—¿Cómo
puedo saber? Suficiente para una llamada telefónica.
Jimin gruñó y empezó a escavar en sus pantalones. Habían
sido rebuscados, pero no estrictamente rebuscados, considerando las cicatrices
que Jimin tenía de uno de los lobos que había derribado mordiéndose en México,
podían haber sido justo pegados con agujas y encontrar que Jimin y Yoongi no
eran humanos.
Esas cicatrices eran asombrosas.
—¡Ja! —Jimin
sacó fuera una pequeña bolsa con cremallera y Yoongi no iba a pensar en exceso
de dónde había salido. Todo lo que necesitaba saber era cuánto era el fajo de
efectivo que tenía para impresionar suficiente. Jimin separó un par de cientos
americanos—. ¿Piensas que podría ser suficiente?
—¿Para
una llamada telefónica? Debería bastar. Esta gente es desesperadamente pobre.
—Sonrió—. Pon el resto de vuelta, aunque, ¿huh?
—Sep.
Jimin puso el dinero de regreso de donde lo sacó. Y todo
estuvo bastante malditamente tranquilo hasta que alguien les llevó algo de agua
y un cuenco con alguna clase de… cosa. Quizás sopa. Yoongi esperó hasta que la
cara del chico llena de granos y espinillas deslizó abajo las bandejas y las deslizó
a través de una ranura larga por debajo de los barrotes antes de hablar.
—¿Hablas
inglés?
El chico le dio una mirada cuidadosamente en blanco, Yoongi
suspiró chasqueando su mano abierta para mostrarle los billetes de cientos de
dólares.
—¿Hablas
americano?
Ahora esos ojos brillaron con interés.
Yoongi sonrió y asintió. Hizo el signo universal de
teléfono, sosteniendo sus dedos menique y pulgar fuera de su puño y poniéndolo
sobre su oído.
—Yo consigo el teléfono, tú consigues tu dinero.
Pudo ver que el chico comprendió lo que estaba diciendo. La
furtiva mirada de lado a lado dijo mucho. Como si el chico estuviera sobre
pesando sus oportunidades. Tristemente, Yoongi sabía que no debería haber una
torre de celular flotando alrededor de allí, entonces el chico podría tratar de
conseguirle una línea de tierra.
—Mierda.
—Jimin maldijo cuando el chico se fue. Y Yoongi se desplomó atrás contra la
pared.
Olió la comida.
—No está drogada, solo patatas y sal.
—Grandioso.
Se sentaron ahí, mirando hacia sus pies, pensando. Yoongi
estaba jodido pues ésta podía ser su única oportunidad de salir de ese
infierno. Ambos estaban dormitando, cabeceando, cuando la puerta se abrió,
haciendo que ambos lucharan.
El chico estaba parado ahí, sosteniendo un arma, alguna
clase arma corta semi automática. Corta pero poderosa. Yoongi pensó seguramente
que el chico venía a robarle el dinero pero el chico sacudió su cabeza hacia Yoongi,
asintiendo para que Yoongi fuera con él.
Yoongi se puso de pie. Manos arriba, y lentamente fue a la
puerta
—Si no
vuelvo, sabes a quién notificar, hombre.
Jimin asintió.
—Conseguiré que vuelvas, hombre.
Yoongi se fue. Tenía que tratar y asegurarse, el chico lo
lideró a través de una serie de oscuros pasillos hacia una pequeña habitación
con teléfono, una mesa y una silla. Maldita sea. Eso era como alguna clase de
película. ¿Dónde estaban el resto de los prisioneros? Quizás esto era solo un
puesto de avanzada o un área de prisioneros o algo. Esperaba la clase de mierda
que había visto en los extranjeros drogadictos y los espectáculos de cárcel.
Cuando nadie apareció fuera de las paredes en un minuto Yoongi
levantó el teléfono y marcó. Conocía el número que marcaba de memoria y sabía
que el hombre en el otro lado de la línea podía tener el número de Taehyung en
marcado rápido.
—¿Hola?
—¿Hoseok?
—Yoongi…
Hombre, he tratado de localizarte. Mierda está golpeando por aquí.
Mierda. Odiaba ser portador de más malas noticias.
—Hoseok, te juro que te ayudaré cuando llegue a casa pero no
tengo mucho tiempo, necesito que escuches.
—De
acuerdo. —Podía oír la concentración en la voz de Hoseok. Sabía que su hermano
había atrapado la urgencia en su voz—. ¿Qué necesitas?
—Estoy
prisionero en el centro de Afganistán, me tienen prisionero con cargos de
contrabando. Mi pasaporte está en Ubezkistan y un casillero en Termez. Mis
papeles falsos dicen que me llamo Yoongi Firestone. Estoy en algún lugar cerca
de Khulm. Fuimos detenidos en un puesto de seguridad. Las coordenadas que
revisé la última vez eran 36.877277 y 67.461548 más o menos. Necesito que
localices a Taehyung y que use sus contactos…
—Yoongi,
Yoongi la luna está como a cuatro días.
—Sé eso.
Es por lo que necesito que lo consigas de inmediato. Yo… —El sonido de pies
corriendo, con pesadas botas, venía hacia él moviéndose rápido—. Mierda. Dime
que lo anotaste, Hoseok, dime.
—Lo
hice. Lo hice. Voy a conseguir sacarte de ahí, Yoongi. Lo haré.
El hombre adjunto a esas botas se estrelló dentro de la
habitación, luego, tres de ellos. Uno tiró a su joven guardia con un simple
gancho. Los otros dos vinieron tras de él. Golpeándolo con la culata de sus
armas. Yoongi cayó en sus rodillas, gruñendo, su ya maltratado hígado gritó.
—¿Yoongi?
—Podía oír a Hoseok disparándole—. ¿Yoongi, qué está pasando? Yoongi háblame.
La última cosa que pensó antes que alguien lo golpeara justo
en su cabeza era que nunca tendría la oportunidad de darle al pobre chico su
dinero.
—¿Taehyung?
Se sentó en la cama, rodando sus hombros, sacudiendo su
cabeza y parpadeando hacia el teléfono.
—¿Qué?
—Taehyung,
es Hoseok. ¿Estás ahí?
Asintió. Lo estaba. Estaba dolorido por una semana de duro
trabajo de ensayo y de jodidas fiestas de una loca del culo absenta que le
había dejado con la boca de algodón y estúpido. Pero sep, estaba aquí.
Realmente.
—¿Taehyung?
—Qué,
hombre, ¿qué jodida hora es?
—No lo
sé. No lo sé, las dos de la mañana, ¿quizás? Mierda está golpeando por aquí.
—¿Mierda?
¿Qué clase de mierda? ¿Está mi madre bien? — Estaba levantado y moviéndose
antes de pensar, agarró una cuerda y golpeó en el pote de café.
—Sep.
Lizzie… perdió a los cachorros, Taehyung y luego…
— Oh,
joder. Lo siento Hoseok.
—Ellos
estaban… —Hoseok tragó—. No venían bien.
Taehyung suspiró, deseando tener uno de los cigarrillos de Yoongi.
Hoseok no tenía que saber que esa era una oportunidad.
—Lo siento, amigo. Sabes si ella…
—Hey,
trataremos de nuevo. Doc dijo que no era ella. Solo fue un aborto. Ella está
bien. Me casaré con ella, no importa qué.
—Bueno,
bien. —Pero eso no significaba una llamada telefónica en extrañas horas. Taehyung
pensó que había algo más.
—Sep, de
todas maneras, necesito tu ayuda, hombre.
—¿Para
conseguir casarte?
Oyó a Hoseok gruñir.
—¡No!, con Yoongi.
Movió su cabeza, ronroneando a una taza de café.
—¿Yoongi?
—No había escuchado un sonido de Yoongi en meses—. Yoongi no tiene que estar
ahí para conseguir que te cases.
—Taehyung,
¿estás borracho?
—No,
idiota, estaba dormido. —Y estaba tornándose un hijo de perra.
—Yoongi
está en problemas. En grandes problemas.
Taehyung contó hasta diez, bajó su respiración y juró que si
Hoseok le decía que Yoongi había conseguido alguna clase de loba lo patearía…
—¿Qué
clase de problemas?
—Él está
en Afganistán y arrestado y la luna llena está a menos de una semana.
La taza de Taehyung se hizo añicos cuando aterrizó en el
suelo.
— ¿Dónde está?
—En el
jodido Afganistán. Lo acusaron de contrabando. Está herido y atrapado y la luna
está en camino, ¿me sigues? La jodida luna llena. Tengo las coordenadas. Tengo…
él está lastimado Taehyung.
—De
acuerdo, bien, Hoseok. —Repentinamente estaba ampliamente despierto, sus ojos
quemando en su cabeza—. Respira, necesito detalles, necesito saber a quién debo
llamar y dónde enviar el dinero.
—Oh, oh.
Dios. Le dije a mamá que tú podías ser capaz de arreglar esto. Lo sabía. Yoongi
dijo que te llamara.
—Uh-huh.
Detalles, hombre ahora. Tengo mierda que hacer. —No iba a dejar a su compañero que se pudriera en el otro
lado del jodido mundo. Conocía a un montón de personas con un montón de poder.
No había forma que Yoongi estuviera atrapado ahí, lastimado y devorado.
No había forma.
Nunca.
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