Taehyung jadeaba a través de su boca, sus ojos rodando. Cada
jodido hueso de su cuerpo dolía y estaba noventa y ocho por ciento seguro que
quería morir.
Quizás noventa y nueve.
Pensó acerca de Yoongi a lo largo de todos esos días, soñaba
acerca de sus cálidos ojos, su desgreñado pelo y cuerpo caliente. Su compañero.
Eso era un toque ridículo que hubiera perdido a su compañero inmediatamente al
encontrarlo, todavía eso tenía sentido. ¿Los gatos no debían acoplarse con
lobos y estaba siendo castigado por ello, verdad? Eso y se había hecho a sí
mismo objetivo y una curiosidad. Debería haber mantenido su cabeza abajo y
hacer su trabajo y…
—¿Taehyungi?
—La voz de Marina sonaba, baja y asustada—. Taehyungi, no estés muerto.
Trató de abrir sus ojos, pero quizás esa vez ella lo
mataría, dejándolo libre.
Se arrastró hacia él, su lápiz de labios una mancha oscura
flotando alrededor en su campo de visión.
—Oh,
Dios. —Retumbó suavemente. Olía tan bien hoy. De alguna manera, pensó que olía
como Yoongi. ¿Cómo de extraño era eso?
Taehyung hizo un suave sonido, sus uñas retractándose y
empujándose. No, no patas, dedos.
—Está
todo bien. Está aquí. Viene, como dijiste, pero necesito que te despiertes, Taehyung.
No. No. Yoongi se había ido. Esto era un truco que Cedric
había forzado a Marina para actuar. No podía culparla, pero quería morderla de
todas maneras.
Llegó y tocó la jaula y pudo oler a Yoongi, justo ahí en su
brazo.
— Tienes que despertarte.
—¿Yoongi?
—¿Esa era su voz?
—Pronto,
Taehyung, pronto. Tienes que estar listo para él, esta noche. —Su voz era
urgente, gruñidos susurrados.
Taehyung parpadeó.
—¿Esta noche?
—Sep,
tengo que irme. Voy a darte una pequeña inyección, que será un impulso y un
desbloqueador. Prepárate.
—Una
inyección. —Era un gato. ¿Sabía la dosis para un gato? Mierda. ¿Yoongi estaba
ahí? ¿Realmente ahí? Debería solo dejarse ir—. Por favor no me mientas.
—No
tengo que mentirte ya. Tu compañero dijo que me llevarían también. Yo voy
también. —Oh, dulce bebé.
—¿Ellos?
—Sus labios estaban tan secos que cada palabra se sentía como papel de lija
pasando a través de ellos y quería gritar cuando la inyección llegara.
—Tu
hermano y hermana, por favor, consigue estar listo. — Las esposas plateadas
cayeron de sus tobillos, sus muñecas—. Pronto. Minutos, ¿de acuerdo?
Trató de responder, pero su boca no funcionaba. La
habitación estaba empezando a respirar, expandiéndose y contrayéndose como sus
ojos estaban hinchados, o algo. Podría ser capaz de caminar, quizás. Marina se
deslizó atrás como humo y estaba dejándose de preguntar si estaba alucinando
todo.
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