domingo, 24 de abril de 2022

CAPITULO 22

 

Taehyung jadeaba a través de su boca, sus ojos rodando. Cada jodido hueso de su cuerpo dolía y estaba noventa y ocho por ciento seguro que quería morir.

 

Quizás noventa y nueve.

 

Pensó acerca de Yoongi a lo largo de todos esos días, soñaba acerca de sus cálidos ojos, su desgreñado pelo y cuerpo caliente. Su compañero. Eso era un toque ridículo que hubiera perdido a su compañero inmediatamente al encontrarlo, todavía eso tenía sentido. ¿Los gatos no debían acoplarse con lobos y estaba siendo castigado por ello, verdad? Eso y se había hecho a sí mismo objetivo y una curiosidad. Debería haber mantenido su cabeza abajo y hacer su trabajo y…

 

—¿Taehyungi? —La voz de Marina sonaba, baja y asustada—. Taehyungi, no estés muerto.

 

Trató de abrir sus ojos, pero quizás esa vez ella lo mataría, dejándolo libre.

 

Se arrastró hacia él, su lápiz de labios una mancha oscura flotando alrededor en su campo de visión.

 

Oh, Dios. —Retumbó suavemente. Olía tan bien hoy. De alguna manera, pensó que olía como Yoongi. ¿Cómo de extraño era eso?

 

Taehyung hizo un suave sonido, sus uñas retractándose y empujándose. No, no patas, dedos.

 

Está todo bien. Está aquí. Viene, como dijiste, pero necesito que te despiertes, Taehyung.

 

No. No. Yoongi se había ido. Esto era un truco que Cedric había forzado a Marina para actuar. No podía culparla, pero quería morderla de todas maneras.

 

Llegó y tocó la jaula y pudo oler a Yoongi, justo ahí en su brazo.

 

— Tienes que despertarte.

 

—¿Yoongi? —¿Esa era su voz?

 

Pronto, Taehyung, pronto. Tienes que estar listo para él, esta noche. —Su voz era urgente, gruñidos susurrados.

 

Taehyung parpadeó.

 

—¿Esta noche?

 

Sep, tengo que irme. Voy a darte una pequeña inyección, que será un impulso y un desbloqueador. Prepárate.

 

Una inyección. —Era un gato. ¿Sabía la dosis para un gato? Mierda. ¿Yoongi estaba ahí? ¿Realmente ahí? Debería solo dejarse ir—. Por favor no me mientas.

 

No tengo que mentirte ya. Tu compañero dijo que me llevarían también. Yo voy también. —Oh, dulce bebé.

 

—¿Ellos? —Sus labios estaban tan secos que cada palabra se sentía como papel de lija pasando a través de ellos y quería gritar cuando la inyección llegara.

 

Tu hermano y hermana, por favor, consigue estar listo. — Las esposas plateadas cayeron de sus tobillos, sus muñecas—. Pronto. Minutos, ¿de acuerdo?

 

Trató de responder, pero su boca no funcionaba. La habitación estaba empezando a respirar, expandiéndose y contrayéndose como sus ojos estaban hinchados, o algo. Podría ser capaz de caminar, quizás. Marina se deslizó atrás como humo y estaba dejándose de preguntar si estaba alucinando todo.

 

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